

Si te pregunto, Dios, no digas dónde,
que nada he de saber de su escondite,
no sea que se afane o que se agite
el pez de la ilusión donde se esconde.
Si te pregunto, Dios, y me responde
el eco del pasado, si permite
el cuenco del amor que deposite
mi cuerpo en su interior, si corresponde
su piel al crepitar de mi latido,
y me he tornado lumbre y ese fuego
que soy se insubordina, y ha querido
tatuar sobre el destino al que me entrego
un barco que la saque del olvido,
no escuches, no me salves, te lo ruego.
TADEO