No intentes secundar al refranero
despreciando mi frente que se humilla.
Mi pobreza guarda una negra honrilla
que le impide venderse a tu dinero.
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Dame tu pan, si quieres. Pordiosero
me reconozco y náufrago, en la orilla
más negra de una negra pesadilla...
Mas peino mi cordura con esmero.
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Me resigno a ser hoy tu buena obra
que acerque un dulce sueño a tu almohada,
disipando tu lágrima salobre.
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Soporto que me des lo que te sobra,
inclusive si escondes tu mirada...
Mas no me llames tonto. ¡Solo pobre!
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Dame tu pan y no me llames necio,
no envuelvas tu limosna en el desprecio.
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Reyes.