A salvo del olvido,
después de un largo y árido desierto,
con el rumbo perdido,
se vislumbra un oasis como puerto,
do el alma se solaza y regenera
y la sed se mitiga y atempera.
Yo no canto victoria;
pues sé que un largo viaje siempre empieza,
-superada la euforia-
con un tímido paso, y la pereza
de prever el cansancio y las heridas
a salvo del olvido renacidas.
Firme es la voluntad
de que el último barco no se vaya,
y que mi terquedad,
no me deje varado en esta playa
con el orgullo intacto pero herido.
Aún queda amor a salvo del olvido.
Madrigal