EL CUARTO REY MAGO
Publicado: Lun May 28, 2012 23:17
Venían los cuatro Reyes Magos del Oriente
cada uno con mágicos respectivos regalos
cuanto en el camino un mendigo se les cruzó
que por carecer carecía hasta de una mano.
Los tres primeros Reyes le miraron de reojo
y sin parar pasaron velozmente de largo,
pero quien sí que miró, se alarmó, y paró
fue el magnífico y bondadoso cuarto Rey Mago.
Desmontó, se acercó y le dio un pedazo de pan,
cereales, vino y agua que llevaba en el caballo.
Después le regaló de abrigo una manta gruesa
ropa, calcetines de colores y zapatos.
Al final le entregó el extraordinario diamante
que iba a ser del Niño Rey de Reyes el regalo.
El hombre sinceramente le agradeció todo.
Finalmente y con paciencia le curó la mano.
Entonces, el cuarto Rey Mago volvió al camino
viendo cómo los tres Reyes pasaron de largo
e incluso llegando rápidamente al pesebre
donde ninguna persona le estaba esperando.
Cansado, sin alimento, sin abrigo y triste
comenzó a caminar sin rumbo por otros lados
observando cómo el asesino y viejo Herodes
a los recién nacidos estaba degollando.
Intentó con ingenio socorrer a uno de ellos
regalándoles otras gemas a los soldados,
pero rápidamente se quedó sin ninguna
siendo injustamente por años encarcelado.
Treinta largos años transcurrieron en su encierro,
treinta tediosos, solitarios y aciagos años.
Tras su absolución, viejo, aunque fiel a sí mismo,
pasó tremendo tiempo por las calles vagando
por Jerusalén hasta la fea crucifixión
de Jesucristo. Lloroso, de allí fue al mercado
viendo cómo ajusticiaban a una débil niña
y salvándola con lo que quedaba en sus manos.
Cuando ya se preparaba para su final
con los ojos llenos de paz y medio cerrados
vio una sombra, una figura que recordaba
puesto que ésta era Jesucristo resucitado.
-Tenía frío y me arropaste y me diste abrigo.
Me ofreciste alimento estando necesitado.
Estaba herido y pacientemente me curaste.
Me salvaste cuando ya me habían hecho esclavo.
Sorprendido, dijo el Rey: -¿Cuándo hice eso Señor?
-Lo que diste generosamente a tus hermanos
me lo donaste también a mí. Gracias por todo,
gracias por todo, espléndido Cuarto Rey Mago.
cada uno con mágicos respectivos regalos
cuanto en el camino un mendigo se les cruzó
que por carecer carecía hasta de una mano.
Los tres primeros Reyes le miraron de reojo
y sin parar pasaron velozmente de largo,
pero quien sí que miró, se alarmó, y paró
fue el magnífico y bondadoso cuarto Rey Mago.
Desmontó, se acercó y le dio un pedazo de pan,
cereales, vino y agua que llevaba en el caballo.
Después le regaló de abrigo una manta gruesa
ropa, calcetines de colores y zapatos.
Al final le entregó el extraordinario diamante
que iba a ser del Niño Rey de Reyes el regalo.
El hombre sinceramente le agradeció todo.
Finalmente y con paciencia le curó la mano.
Entonces, el cuarto Rey Mago volvió al camino
viendo cómo los tres Reyes pasaron de largo
e incluso llegando rápidamente al pesebre
donde ninguna persona le estaba esperando.
Cansado, sin alimento, sin abrigo y triste
comenzó a caminar sin rumbo por otros lados
observando cómo el asesino y viejo Herodes
a los recién nacidos estaba degollando.
Intentó con ingenio socorrer a uno de ellos
regalándoles otras gemas a los soldados,
pero rápidamente se quedó sin ninguna
siendo injustamente por años encarcelado.
Treinta largos años transcurrieron en su encierro,
treinta tediosos, solitarios y aciagos años.
Tras su absolución, viejo, aunque fiel a sí mismo,
pasó tremendo tiempo por las calles vagando
por Jerusalén hasta la fea crucifixión
de Jesucristo. Lloroso, de allí fue al mercado
viendo cómo ajusticiaban a una débil niña
y salvándola con lo que quedaba en sus manos.
Cuando ya se preparaba para su final
con los ojos llenos de paz y medio cerrados
vio una sombra, una figura que recordaba
puesto que ésta era Jesucristo resucitado.
-Tenía frío y me arropaste y me diste abrigo.
Me ofreciste alimento estando necesitado.
Estaba herido y pacientemente me curaste.
Me salvaste cuando ya me habían hecho esclavo.
Sorprendido, dijo el Rey: -¿Cuándo hice eso Señor?
-Lo que diste generosamente a tus hermanos
me lo donaste también a mí. Gracias por todo,
gracias por todo, espléndido Cuarto Rey Mago.