a tu espejo de plata sosegado
y en hirvientes cristales ha trocado
el resol a tu límpida corriente.
Ya la mar es hoguera del poniente,
resplandor del ocaso que ha dejado
con su fin al color descuartizado
y al morir se despide incandescente.
Ya tus aguas temblando sorprendidas
contemplan como el sol también se inclina
implorando la vida en estertores
Ya tus barcas de pesca adormecidas
no podrán navegar Isla Cristina,
ya solo queda azul en tus colores.