Noche de poesia, de maru aparicio carreño
en la que el poeta busca inspiración,
la nieblina extiende su opalino velo,
que viste el paisaje de un halo irreal.
Mágico momento lleno de nostalgia,
de gnomos y hadas, de vagos fantasmas,
de vientos que gimen como almas en pena,
de árboles que crujen en la oscuridad.
Los rumores crecen, el silencio cesa,
los mil habitantes del bosque despiertan;
las locas luciérnagas que salen de ronda,
encienden sus luces, que vienen y van.
El poeta cruza, impávido, el bosque,
el es un amigo de la irrealidad,
del instante mágico, de la oscura fronda,
de los mil murmullos que puede escuchar.
La inspiración crece entre los misterios,
que en la noche encuentra su imaginación;
de la luna pálida, de los fuegos fatuos,
de sombras que cruzan en ronda sin fin.
Vaga igual que ellas, como un alma en pena,
habla a esas visiones con claro lenguaje,
perdiéndose luego en vagas quimeras,
que darán mas tarde su fruto inmortal.
La noche se acaba, el silencio vuelve
la aurora se anuncia y su luz envía
cautelosa y lenta, para no turbar
a todas las sombras que a dormir se van.
La luz desvanece todos los misterios
y al nacer el día todo es claridad;
tan solo el poeta desde que amanece
con tanta belleza que será poesía ¡se marcha a soñar!
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