De Esther es la invitación
y yo de forma sencilla
pongo el primer escalón.
Una humilde tercerilla
–que pueden ser dos o tres–
del mar a una y otra orilla
sin presiones, sin corsés…,
como normas, solo aquellas
que sin causarnos estrés,
ni debates, ni querellas
ayuden al buen versar,
haciendo las rimas bellas
y fáciles de empalmar.
Madrigal