mi cabeza en bandeja está servida.
Majestuoso corcel perdió la brida
despeñado en tu afán de oscura muerte.
Ni te quiero ni lloro por tenerte,
yo que hubiera entregado a ti mi vida
no me queda una brizna ni fingida
que alimente la luz de un ser inerte.
No te quiero por más que pujes fuerte,
ni tu música tiene en mi cabida.
Arrojaste las cartas de mi suerte,
y no quedan vestigios de la herida.
No te quiero aunque fue fatal vencerte
y encontrarme en la noche sin salida.
Rybka.