la que florece en jardines de oro,
la que no canta en la misa del coro,
ni se santigua en la cruz del convento.
La que se juega la vida al momento,
la que se planta en los cuernos del toro,
la que denuncia poetas del foro
que condimentan con sal el invento.
Yo soy la voz que declama en conciencia.
Como la luna vestida de raso,
blanca se muestra sin falsa apariencia.
Y reconoce el umbral del ocaso
cuando la vida no siente clemencia
y somos restos del propio fracaso.
Rybka.