esos ojos, cristales de amatista,
esa dueña y señora de la pista,
esos pechos rozándome despacio.
Ese escándalo donde no me sacio,
esa curva perfecta que despista,
ese baile sensual que me conquista,
esa reina raptada de palacio.
Esa sierpe pidiendo tu cabeza,
ese encuentro solemne con el cielo,
esa fiebre con halo de pereza.
Ese dulce alegato de consuelo,
flor desnuda que frágil despereza
¡Ese mudo volcán rompiendo el hielo!.
Rybka.