La luna estaba plena aquella noche
y el mar le puso a nuestro amor el broche
con las lánguidas olas de su orilla.
Tendidos en la arena y al desnudo
tu cuerpo fue a mi cuerpo, dulce escudo
de amor y complacencia ¡Maravilla!
Nos arrulló el frescor de una palmera
y el viento con su silba plañidera
entonó una sonata majestuosa.
Y así la luna presenció en excesos
esa entrega de amor, ardientes besos
de nuestra orgía dulce y ardorosa.
Nos desbordó el amor, y la locura
que envolvió a tu figura en mi figura
estremeció a la luna en su simiente.
Remontabas tu cuerpo sobre el mío,
y en la conspiración del desvarío
la luna se escondió, plácidamente.
Todo oscuro quedó, y el mar en calma
tembló de frenesí, cuan tiembla el alma
de los amantes en el clímax cierto.
Las olas nos brindaron sus arrullos
y vino el mar con placidos murmullos
a hacer de nuestro amor, suave concierto.
¡Oh noche majestuosa! Enternecida
desnuda te quedaste, y tendida
mostró tu faz sus cándidos sonrojos.
Yo sonreí feliz, y apasionado,
tendí mi cuerpo junto a tu costado
mientras bebía el brillo de tus ojos.
Adamis Barrios.
Maracaibo/Venezuela.
Sábado, 03 de mayo de 2.014.
Todos los derechos reservados.