

Es cierto, mi pincel pintó el paisaje,
mi pluma más sutil, indagatoria,
halló a los moradores y su historia
contando con detalle algún pasaje.
Sentada en esa silla un roto traje
cosía una anciana con euforia
y un viejo ya falto de memoria,
tristón, mudo, mesaba su pelaje.
Pasó un tiempo, el anciano se fue al cielo
la puerta añosa y rota fue sellada,
la silla abandonada y en el suelo.
La viuda en un asilo y apenada
lloraba su destino, sin consuelo,
mi pluma debió estar… mejor, callada.
_________________________________