Desfacedor de entuertos imposibles,
con el cerebro seco de lecturas,
justiciero, con métodos risibles,
impositor de normas y figuras,
inclinado a reacciones irascibles,
más propias de personas inmaduras.
Era Alonso Quijano, buen manchego,
mucho más toro bravo que borrego.
Nadie tome a chacota su locura,
que burlar no se debe a un caballero.
Loco sí, pero nunca un caradura,
y no necesitó de un burladero.
De atrezzo eran el yelmo y la armadura,
corazón y valor de duro acero.
Nunca fue Don Quijote oportunista;
Sí abnegado, rumboso y altruista.
Madrigal