Emigrantes en la valla de Melilla
Ya no aguantas el hambre
caminante sediento,
el frío te consume
y el Sol en el desierto,
las bestias te persiguen
en todos tus trayectos:
tigres, pumas, serpientes
donde te yergues presto
por hallar ese oasis
que agua dé, más consuelo
a las penosas llagas
que llevas en el cuerpo.
Allí en tu misma tierra
cual si fueras un perro
los bozales te ponen
cuando expresas tu verso
reclamando lo justo:
no más un parapeto
que de sostén te sirva
para seguir viviendo.
Las fronteras ignoras
con tus hijos en riesgo
de quedar arrestados
mutilados o muertos.
No hay para ti ultimátum
llegas al extranjero
tal vez algún cobijo
concedan a tu cuerpo,
mas no resulta un rictus
totalmente resuelto
aunque alcances a Venus
y te llene el dinero.
No hallas completa calma
tan lejos de tu pueblo
aunque todo te guste
farras, ropa, alimento…
pues sigues preocupado
por tu familia lejos,
toda holgura es incierta
mientras estén sufriendo
tus hermanos patriotas
a la orden de un cetro
que los mata y subyuga
por mantener eterno
el trono donde impera
caducado en el tiempo.
Si mandas un paquete
para aliviar el pecho
de la agravante crisis
se pierde en el trayecto.
Cuando la visa pides
para volver al suelo
que te diera el respiro
te niegan el regreso,
ni el luto de las madres
sensibiliza el pecho
de los brutales búhos
que piensan sólo en ellos
¡Oh, tu cuerpo tan débil
no tiene voz…ni eco…
bástate tu gran álbum:
tus ojos pedigüeños!
Mariluz Reyes