Poeta sin esperanza

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Francessca
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Poeta sin esperanza

Mensaje por Francessca » Jue Feb 28, 2008 16:00

LIU LING, POETA SIN ESPERANZA.

"Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza.-

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.-

Os decimos esto como palabra del Señor""

( 1ª Tes.,4,13-15) .


Liu Ling era chino, como indica su nombre. Y además, gran poeta: uno de los siete del "bosquecillo de bambú", que son algo así como en la Biblia el grupo de los profetas mayores.

Liu Ling, desde su nacimiento, fue agraciado por Shan Ti (el "Señor de arriba", el "Jaungoicuac" que decían los vascos, - en el "moderno" batúa "Jainkoarren",- en castellano Dios), fue agraciado, digo, con toda clase de dones: bello de cuerpo y elegante de espíritu, dotado de una preclara inteligencia y de una exquisita sensibilidad.

Su mirada penetrante, cuando se posaba sobre una hierba o una flor, cuando seguía el vuelo de una mariposa o escalaba una montaña hasta su cresta nevada, Liu Ling, cual abeja laboriosa, libaba la belleza de lo diminuto y de lo grandioso y acababa su pensamiento en la grandeza de Shan Ti creador, quien con sabiduría y amor supo distribuir en las cosas tanta perfección y armonía.

Cuando Liu Ling decía versos con su bien timbrada voz varonil, la pluritonal y monosilábica lengua china, en sus labios se hacía verdadera sinfonía oriental.

Si los escribía, sus aristocráticos dedos eran pinceles que trazaban con soltura los miles de ideogramas con que se expresan, compuestos de dos elementos esenciales: uno que indica el tono y otro que indica el sentido (originalmente único, hoy en día enriquecido por diferentes combinaciones ideográficas ).

Liu Ling, se lanzó a una vida como de juglar: bohemio cantor de la vida, la belleza y el amor, pregonaba con maestría el micromundo de armonías de esos tres valores en cada cosa.

Pero Liu Ling tenía un gran defecto: había sido mimado, y consentido por sus padres en su innata tendencia a la soberbia y autosuficiencia; por lo que con la edad

y la lluvia de halagos y atenciones que le venían por doquier de sus muchos admiradores, acabó creyéndose un dios y se olvidó de Dios, de Shan Ti. Y el que hubiera podido ser considerado deslumbrante Apolo del Olimpo oriental, acabó siendo,- como todos los soberbios y autosuficientes incrédulos,- un simple mortal con pies de barro, empapado de desesperanza.

Y así, le sucedió como a todos los prepotentes: se le desmoronó la existencia al llenársele el alma de ausencia de felicidad que según dicen los que saben, está en la pacífica conjunción de la inteligencia con la Verdad y de la voluntad con el Bien.

Despeñado en su propia insatisfacción,- al igual que muchos otros con las drogas,- Liu Ling quiso solucionarlo dándose a la bebida. - Al principio, el recio aguardiente de arroz que los japoneses llaman "sake" o "saki", pareció que le inspiraba más brillantes versos. Pero pronto empezó a ponerle amarillo; no con el amarillo de su raza, que lo tenía muy bien patinado en su piel, sino con el amarillo pajizoverdoso de la dolencia hepática que pone el hígado de cartón piedra imposibilitándole sus funciones naturales.

Un día Liu Ling vio en el espejo su rostro peligrosamente demudado. Y al carecer de una esperanza de vida eterna, le entró un pánico descomunal de la muerte: como buen poeta, le repugnó verse muerto al sol sin sentir el calor de sus rayos; o bajo la luna llena, sin poder bogar en el mar de su plata. Y bebió más para olvidar, con lo que se puso peor, aumentando su terror al despertar: más beber, peor sentirse, más terror para necesitar beber más así hasta casi enloquecer.

No pudiendo huir de sí, pensó solucionar su desesperación huyendo de su entorno y se dio a peregrinar por el inmenso Celeste Imperio, por todas las extensas provincias de la gran China.

En una carreta tirada por un musculoso búfalo, en los ratos de lucidez admiraba ríos y montañas, paisajes idílicos y bosques de bambú, áridos desiertos y fértiles llanadas de arrozales. Su preclara inteligencia, su exquisita sensibilidad, todavía le proporcionaban momentos de intensa satisfacción e inspiración poética, pero una y otra vez volvía el fantasma de la muerte. Su horror a morir y perder todo aquello que veía le aumentaba la desesperanza, pues había perdido el norte de Shan Ti, Principio fontal de tanta grandeza y Fin de nuestra existencia.- Quizás habría recobrado la esperanza si hubiera podido leer lo que siglos después escribió el norteafricano S. Agustín: "Oh Belleza siempre antigua y siempre nueva: ¡tarde te conocí, tarde te amé! Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está desasosegado hasta que descanse en Ti".

La locura de Liu Ling le llevó a la extravagante idea de alquilar los servicios de un enterrador y a la compra de un ataúd, para tener la seguridad de ser enterrado apenas muerto, por temor a quedar insensible a los rayos del sol y a las caricias de la luna.

Fue así como un día, búfalo y carreta, enterrador y ataúd junto a Liu Ling, emprendieron la subida de unas abruptas montañas que le faltaban por visitar.

Y urgía caminar aprisa, porque los crecientes efectos del alcohol le hacían cada vez más presente el fantasma de la muerte.

La vereda era estrecha y serpenteaba hacia las cumbres bordeando profundas simas y barrancos; la neblina de la altura a trechos, incluso hacía borrosa la vereda.

Hasta el búfalo mugía a veces de puro vértigo.

¿Fue el sobresalto del animal a consecuencia de un aguijonazo?... El hecho es que ¡zas! todos se despeñaron por un alto precipicio, haciendo lo demás los salientes de las rocas: acá y acullá, de arriba abajo, un reguero de maderas, sangre y carne quedó en cada saliente sin que búfalo, carreta ni enterrador llegaran al fondo del abismo.- Sólo, ¡oh milagro!, Liu Ling y el ataúd vinieron a quedar en el fondo de la sima el uno junto al otro.

Cuando Liu Ling despertó bañado en sangre y con el cuerpo hecho jirones, quedó

petrificado de horror al ver junto a sí el ataúd, medida de lo poco que el hombre puede llevarse y cárcel angosta donde ha de morar. El, que había desplazado de su corazón a Shan Ti y había puesto en su altar al pretencioso e hinchado "YO", experimentó la desolación de su pequeñez e impotencia y bebió el acíbar de la desesperanza final, al sentir que sus carnes desgarradas ya perdían hasta la sensibilidad al calor del los rayos del sol.

"Sicut vita, finis ita", decían los latinos: Como es la vida, así es la muerte.- Quien expulsa a Dios de su existencia, muere con la sola esperanza de la estrecha y asfixiante cárcel de un ataúd.

Joven amigo: No es frecuente a tu edad pensar en la muerte, lo sé; pero no es desacertado hacerlo alguna vez dados los altos riesgos del tráfico como señalan las estadísticas.- Y si pensado te faltare la esperanza por considerarte inmerecedor de vida eterna, recuerda que Jesús el Buen Pastor dijo que hay mucha alegría en el cielo por el pecador que se convierte. A entenderlo te ayudará las lectura meditada de la parábola del Hijo pródigo, que quizás te mueva a orar con el gran converso S. Agustín: "Domine, hic ure, hic seca, hic non parcas tu in aeternum parcas": "Señor, quema aquí, corta aquí, aquí no te apiades para que te apiades eternamente", con lo que quiere decir que ejerza aquí el castigo (siempre misericordioso) que merezcan nuestras faltas, a cambio de que resplandezca en nosotros su misericordia por toda la eternidad.

Fr. José Polvorosa
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Re: Poeta sin esperanza

Mensaje por Debo » Lun May 19, 2008 21:49

uyyy muy reflextivo hermanita
yo siempre digo q luego d la tormenta
pos viene la calma, y la esperanza
pue es lo ultimo q perderia

besos

Debo..
Mi piel saciará tu sed desmedida...

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