El cazador furtivo (cuento corto)

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Roberto Santamaría
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El cazador furtivo (cuento corto)

Mensaje por Roberto Santamaría » Lun Ago 24, 2009 17:04

El cazador furtivo
(Cuento corto)

En los prados empapados por el agua, los terrones de arcilla, crepitaron con un pequeño crujido esponjoso bajo sus pasos. Al borde de una fuente que brillaba a través de las matas de hierba, arrancó un brote de berros y trituró con los dientes tallos y hojas. Feliz con aquella acidez amarga que surgía en su boca y le raspaba la lengua.
Franqueó la entrada a la inmensa finca del Marques del Soto Alto, a través de una vereda que arrancaba desde la falda de la colina próxima a su casa. Está se encontraba cerca de allí, cerrada a cal y canto, sombría y apretujada bajo un viejo cerezo cuyas ramas acariciaban el tejado. Román de pronto pensó en Flora, evocó deleitándose en ello, el cadencioso balanceo de sus caderas, el fuego atrevido de sus pupilas; y le vino el pensamiento que en aquellos momentos estaría sola, ya que su marido se encontraba con la brigada de guardas, al otro lado del bosque.
No aminoró el paso ni un momento, pero su garganta se apretó un poco y la sangre le calentó las mejillas.
¡Si él hubiera querido!… Sonrió alegre con aquel pensamiento. ¡Pues no había querido! Pero al pasar, como si fuera un juego, dobló muy cerca de la casa y, otra vez, un poco más fuerte, se le oprimió la garganta, y su corazón latió con fuerza.

-¡No hagas ruido, Haicha! Andaba con el mismo paso rápido, pero todos sus sentidos estaban alerta. En lo que hacía un momento no era más que silencio, distinguía ahora roces furtivos, un trote ligero sobre las hojas secas, un restriego de plumas sobre las ramas de un pino. Haicha y Román no se detendrían por tan poco, por un hurón merodeando, por una urraca perturbada en su sueño. Al pie de una encina aislada en un claro entre tanto arbusto, la perrita olfateó el viento; un gesto de su amo la detuvo bruscamente cuando ya se lanzaba la carrera. Román le cogió el hocico, mientras una gran ave se deslizaba a baja altura sobre sus cabezas, con el cuello tendido, con un largo silbido de alas que se sumergió como un grito en la noche.
-¡Nosotros no vamos a los patos, Haicha!
La perra había comprendido. Se mantuvo desde ese momento tras los talones de su amo, sin dejarse conmover por los sobresaltos del aire, por los olores vivientes que pasaban, por las palomas torcaces que sorprendidas echaban a volar. Seguían avanzando siempre ocultos entre las sombras de los pinos y árboles pequeños y apretados Román había visto, aquel mismo día, que estaban muy apretados. El no olvidaba nunca aquellos detalles.

Cuando llegó a la avenida que separaba el bosque de la finca, donde habitualmente cazaba el marqués, marcó una breve parada; el tiempo justo, protegido bajo un gran olmo, para explorar con una amplia ojeada.
No siempre se sabe lo que os puede descubrir una mirada. Casi sin quererlo, había visto también la casa de Tomas el “Colorao”. Un mal tipo al servicio del marques y que tenía como principal misión “la caza de los furtivos”.
Junto a la casa, una gran perrera rodeada de una red de tela metálica en la que se alineaban las casetas de los tres perros. Incluso había entrevisto cerca de la perrera, dos formas sombrías que se movían, dos siluetas humanas.
Con la mano sobre el lomo de la inquieta Haicha, miró intensamente; los dos hombres abrían, allá abajo, la puerta de la perrera y desataban a un perro colosal que se puso a saltar de contento en torno a ellos
-¡Quieto aquí, Satán!
Román reconoció la voz de Tomas el “Colorao”. Oyó que añadía: -No tenga miedo.
El otro hombre, flaco y encorvado, se había separado instintivamente. Tomas, con el busto inclinado, calmaba al enorme animal; el otro entonces se acercó.
Era Valentín, el administrador, conocido en la demarcación como “Don Tino”.
Román seguía escuchando, pero solamente le llego un susurro incompresible; sin embargo, distinguió de pronto la voz agria del administrador:
-¡Ah, tanto mejor si es difícil de manejar!- Dijo con una mirada de complacencia al animal que acababan de soltar.
Los dos hombres se alejaron de espaldas al bosque.
-¡Es la nuestra, Haicha!- dijo Román dirigiendo sus pasos hacia los terrenos de caza del marqués…

El terreno estaba blando y esponjoso como una mullida alfombra, debido a la intensa lluvia caída la noche anterior, de el se desprendía un suave aroma, mezcla de la hierba mojada y la abundante maleza, compuesta principalmente de retama, jara, cornicabra, madroño, acebuche, lentisco, olivilla y plantas aromáticas como el romero, la mejorana, el tomillo y el cantueso.

La gran extensión del terreno que componía la finca de caza del marqués, estaba dividida por un gran arroyo, donde, en su margen más estrecha, el marqués había hecho construir una pequeña esclusa, para evitar que la gran cantidad de truchas que entraban en sus dominios, siguiera su curso natural.
A lo largo del arroyo, una gran galería de fresnos, alisos, sargas y adelfas, servían de refugio a la abundante caza compuesta por liebres, conejos, zorros y perdices, conformando todo ello un paisaje de singular belleza.

Haicha, atenta y obediente a la voz de su amo, seguía sigilosa los pasos de éste, presta a saltar sobre la primera pieza que se pusiera a su alcance; de pronto se detuvo, su prodigioso sentido del olfato y el oído, habían percibido un ligero crujir de ramas entre la maleza, Román la dejaba hacer, conocía la inteligencia de su perrita, sabía de su destreza para descubrir cualquier madriguera entre la maleza, se acerco despacio, el terreno húmedo amortiguaba sus pasos, sabía que Haicha había descubierto la boca de una madriguera de conejos…Rápidamente busco a su alrededor, cerca de allí tenía que estar la otra boca de la conejera, pasados unos segundos la descubrió. ¡Allí estaba!

Escondida entre un matojo espeso de brezo. Con gran pericia introdujo una fina vara de fresno por la boca del refugio, empujando suavemente para hacer salir a la pieza por el segundo orificio…Dentro, en la pequeña gruta estaba el conejo asustado pero preparado para huir en cualquier momento, sus largas y puntiagudas orejas estaban inhiestas percibiendo el bronco crujir de la vara que retumbaba ensordecedoramente en su cabeza aturdiéndole cada vez que Román escarbaba para localizarle…, cada vez la oía más cerca, sus reducidas pupilas brillaban en la oscuridad, intentando descubrir el peligro…, mientras su diminuto corazón latía a cada momento más rápido -¡tac! ¡tac! ¡tac!.

Mientras Haicha esperaba impaciente y nerviosa al otro lado de la madriguera moviendo la cola con insistencia mientras con sus patas delanteras escarbaba el terreno con impaciencia.
-¡Aquí Haicha! –Suelta bonita-. Decía Román mientras acariciaba como premiando a su perra, que agradecida saltaba a su alrededor con muestras de alegría.
Había cobrado una buena pieza, estaba satisfecho pero tenía que seguir, era demasiado temprano, apenas había comenzado la jornada de caza.

-¡Vamos Haicha! – Azuzó a la perrita que movía alborozada la cola mientras seguía los pasos de su amo.

Metió al conejo en su zurrón, sacudió con un gesto los pantalones y recogió su vara de fresno mientras se disponía a seguir caminando preparado para continuar la tarea… Román jamás utilizaba una escopeta para cazar, nunca usó un arma, aún recordaba como desde muy niño su padre le enseño el arte de la caza, con un buen perro como única herramienta. Quizás era esa la razón por la que estaba en contra de cualquier otro método al que se recurriera para cazar.
Pero sobre todo despreciaba con todo el alma a cualquiera que se valiera de un lazo asesino que producía la muerte indiscriminada por asfixia de un modo cruel y lento y que a veces no distinguía entre un conejo, un zorro o un animal de caza y compañía como un perro.

©Roberto Santamaría
¿Quién dijo que la poesía ha muerto?
Por cada gusano que nace brotan dos rosas.
José Marti

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Re: El cazador furtivo (cuento corto)

Mensaje por TARDE GRIS » Sab Ago 29, 2009 23:46

Es un cuento grato que disfruté pero
no dejaron de brotar mis lágrimas ya
que siempre he estado en contra de
la caza...pero es parte del ser humano
de la vida, de todos los tiempos,
antes se hacía para alimentarse y
ahora para recibir trofeos o las cabezas
de los desgraciados animales que les
tocó cruzarse frente a esos cazadores
con sus armas llenas de muerte...

El final es encantador, me gustó porque
es infame martirizar a un pobre animal.

Felicidades, un gusto leerte y dejarte
mis saludos y mi cariño, cuídate
siempre...
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Re: El cazador furtivo (cuento corto)

Mensaje por TARDE GRIS » Mar Sep 22, 2009 18:50

Estimado poeta, espero que la cirugía haya salido excelente,
le dejo de nuevo mi huella por sus temas y le felicito, un saludo
y cuidese siempre...
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Romantyka
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Re: El cazador furtivo (cuento corto)

Mensaje por Romantyka » Mié Sep 23, 2009 21:30

Roberto Santamaría


Reciba un fraterno saludo entre lineas,
y leyendo de lo que aqui comparte con todos nosotros.
Gracias por compartir este bello texto..
Saludos en la distancia.

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