Erasé una vez, hace mucho tiempo, un viejo leñador que caminaba por un frondoso bosque en medio de una gran nevada. El anciano tenía ya las manos y los pies helados y, ya estaba, casí al limite de sus fuerzas pues llevaba ya largas horas caminando en medio de la nevada y no había encontrado ni una brizna de leña seca que hechar al hogar para calentarle.
Estaba ya a punto de desfallecer cuando algo llamó su atención. Era como el llanto de uin niño; el anciano rebuscó entre la hojarasca y encontró a un niño recién nacido; envuelto en una simple sábana y tiritando de frío. El se apiadó del niño y, abranzandole para darle calor, decidió regresar a su cabaña.
Cuando llegó a su humilde cabaña su esposa, una mujer tan anciana como él, salió a recibirle. Su esposo le mostró al
niño y la mujer también se compadeció de él. Ella ordeñó una cabra para darle alimento, hecho a la chimenea las últimas briznas de leña que tenía para darle calor y llenó al niño de mimos, besos y caricias; pues, aunque siempre lo habian deseado, el matrimonio nunca había tenido descendencía. Cuando el niño se durmio el matriminio se fue a acostar.
A la mañana siguiente, el día de Navidad, el matrimonio fue a ver como se encontraba el niño.
El niño, que en realidad era Jesus, les sonrió y, ante el asombro de los dos ancianos, comenzó a hablarles con dulce y melodiosa voz.
- Me disteis abrigo cuando tenía frío, me disteis alimento cuando estaba hambriento, me disteis cariño cuando yo estaba desolado. Todos vuestros sueños se cumpliran. No pasará un año antes de que tengais descendencia y, si excabais un poco en el suelo de la cabaña, encontrareís un gran tesoro
Dichas estas palabras el niño desapareció; pero cumplio su promesa. En el suelo de la cabaña, justo donde había estado el niño, encontraron un gran cofre repleto de oro y joyas y, antes de que pasará un año, el matrimonio, que ya rebasaban los setenta y muchos años, fueron bendecidos con la llegada de un niño tan rubio como el mismo sol y con unos ojos tan azules como un cielo limpio de nubes que fue el sustento y la alegria de sus padres
EL VIEJO LEÑADOR (UN CUENTO DE NAVIDAD)
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- Mariano Bequer
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Re: EL VIEJO LEÑADOR (UN CUENTO DE NAVIDAD)
Hippy... amigo, bellísima e cuento navideño. Sabemos que Dios se nos presenta de una y mil maneras y de nosotros depende el saber amar a los demás. Noto que no mencionas nada de discusiones entre los viejitos de tu cuento, es entonces un indicio que siempre vivían en armonía aún sin tener hijos y aceptaban calladitos y con humildad esta situación. y en premio a su forma de vivir y de amar, Dios les premia con el cofre de oro. Actualmente Dios premia con la felicidad espiritual para cada uno de los que siguen sus enseñanzas y por supuesto que también dá el ansiado premio para salir de la pobreza. Un abrazo mi estimado Hippy.
Mariano Bequer.
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