Esos labios fueron delatadores de una calumnia nefasta, al comunicar tal patraña, se produjo un contacto letal casi asesino por la cual esos dientes crujieron al entender que tuvieron esa conspiración, divulgando una tétrica escena para seducir la lengua, corroe con ese impune veneno, que atormenta, aprisiona episodios mordaces, que intentan rememorar ese suceso tan vil, tan inequívoco, no pudo haber testigos ante la osadía que condujo a ese inexplicable desenlace, propicie la condena de incitar, premeditar ese intento de cometer la malsana acción, reconquistar aquello inaccesible, total incógnita. Fue un caso subitamente arrollador, nada pudo saberse, todo enmudeció, puro absorbo, digerido, y concluye, deceso desvalido ni un ínfimo alarido. Por tal motivo, la úvula quedó a merced de torturas despiadadas enfrentando la encrucijada por haber estado presente en el ruin acontecimiento que conllevó a tal silencio. Ese martirio, lo vivió igualmente, las quijadas, se vieron atrapadas en el misterio que ninguno ha querido dilucidar, mejor aún, fueron esos los testigos de la nefasta vivencia, el murmullo de hablar.
©José López