La dualidad de Violeta.
![Imagen](http://www.funerella.com/graphics/graveyard/albums/gothic/ButterflyArt1.gif)
Por: Efezo d Agarest.
I. El violín.
Una vez mas mis oídos temblaban y mi cuerpo se estremecía, cuando Violeta tocaba la nota mas baja de su violín. Al hacerlo indicaba que ya era hora y que era demasiado tarde para volver atrás...
yo seguía ahí en la silla, disfrutando sádicamente la tortura de la espera, deleitando a la incertidumbre con el sonar macabro de aquel instrumento tallado en el infierno, pero el cual había entregado felizmente a mi amada violeta.
Ella estaba parada frente a mi con los ojos cerrados, levantaba su rostro y frunciendo el seño cuando las notas eran mas bajas e intensas; como si las mismas clavaran agujas calientes en su frío corazón y el lamento saliera despedido de su cuerpo a través de la música. Sus dedos eran ágiles con el violín y de vez en cuando entreabria los ojos para ver la expresión de mi rostro. Ella nunca bajaba su cabeza, solo su mirada y era eso lo que mas me aterrorizaba, estar entre esos dos ojos de fuego, perseguido, dominado, mientras que ella mordía sus labios y con un gesto de placer, escondía los ojos hacia sus adentros y nuevamente los volvía a cerrar.
A veces como serpiente hipnotizada por el sonido de una flauta, me dejaba llevar por aquella balada, olvidando las mordazas que trancaban la circulación de mis manos, desistiendo así de mi intento por escapar, pero quien quería escapar?
Violeta ya no caminaba desnuda sobre el mar, ahora me asechaba en círculos esperando la conclusión de su tonada para clavar la punta afilada de su arco en mi pecho, estocar mi corazón. Tal vez quería romper las cadenas que la aprisionaban a mi cabeza y poder volar libre, poder irse en paz. O tal vez solo lo hacia por diversión, gozando la supremacía de los pensamientos por encima de su creador.
La intensidad aumentaba anunciando el clímax de su dolor... su pasión. Los movimientos de su mano derecha se aceleraron por completo, generando una reacción en cadena con la música. Notas altas, bajas, medias, ira incontrolable que arrasaba con mis tímpanos, lastimando el viento que gemía lamentando su esclavitud al antojo de Violeta. pero no solo era el violín que lloraba por ella, era todo a su alrededor, era la claustrofobica habitación, las cortinas ladrilladas, la ausencia de luz, la presencia de ella y la brillante armonía de su desnudes frente a mis ojos.
Mi estupida cabeza, solo se empeñaba en lanzar bruscamente las imágenes de la primera vez que escribí a Violeta en lo alto del risco, contemplando el mar invadido de soledad, cuando ella vino hacia mi bailando sobre el agua. Aquella vez...
sig. II Escribiendo a Violeta bailarina.