Poema=
La Diosa y el leñador

En una lejana tierra, hubicada en una porción de este mundo o talvez de mi propia imaginación, vivía un joven leñador, día por día, en su labor colocaba el noble muchacho el espiritu y empapando la madre tierra de su sudor, lograba el sustento para su madre y hermanos.
Una mañana, con el sol rebosante del virgen aroma que revoloteaba en este lugar, la Diosa posó su Mirada en el joven; sin pensarlo se transformó en una humilde muchacha y fue a su encuentro, se cruzaron las miradas, unas pocas palabras y nació el amor.
Muchos fueron los soles que juntos despidieron y aún más las lunas que besaron sus ojos, ojos que siempre le entregaban a este joven una mirada inocultablemente divina.
Desesperado, sin entender preguntaba y solo conseguía la misma respuesta de su amada :
“ No soy ella”
Muchos fueron los planes, por lo que cada día encerraba para él un sentido, ahora luchaba por su amor, sentía que iba adelante, mientras, su amada aguardaba en casa, y él , él no olvidaba esos ojos, los ojos de la Diosa, algo que era imposible, tan solo alucino –pensaba-, aunque reconocía que ella lo negaba, pero no con la fuerza necesaria, o al menos así lo veía.
Después de una larga jornada, llegaba a la pequeña y anhelada cabaña; besaba a su amada y sin deshacerse del moral, corría a prepararse el más exquisito café, ella sonreía y seguía tejiendo el pañuelo que la noche antes había deshilado.
Al principio esto le resultaba algo raro, a veces pensaba que ella no se alegraba cuando el volvía a casa, pero después se adaptó y terminó por comprenderla.
Regresaba la madrugada y junto a ella los preparos para una nueva jornada, esta vez algo cansado el joven miró el horizonte, se despidió de su amada con un beso en la frente y se internó en el bosque; a lo lejos divisó el árbol más temido por todos los leñadores de la zona, muchos intentaron derribarlo pero todos terminaron derribados, alzó su herramienta, gopeó con todas sus fuerzas y arrancó de un tajo la terrible coraza de este titán, luego otro golpe y otro y fue penentrando así los prensados anillos hasta el propio corazón del gigante; los ojos y las manos empañadas de sudor no fueron escusa para dejar de golpear con más fuerza, hasta que resbalándose el hacha tropezó en el árbol y gopeó la rodilla abriendo una brecha que dajaba su hueso a la interperie;…la sangre pronto cubrió la herida, y él sonreía, sonreía porque descubriría al fín si trás los hermosos ojos de su amada estaba la Diosa o no.Si es ella me verá y acudirá a mi Socorro pronto -se decía-
Pasaron las horas, la sed secaba sus labios y la sangre ya no brotaba como al principio, decidió regresar y apoyado de una rama dando tumbos alargó sus pasos a la cabaña,
Al llegar le mostró a su amada, ella levantó la vista y le dijo : “debes tener mas cuidado amor mio” , y siguió con su labor,
No fueron pocas las veces que cosas así le sucedian; quizás por la falta de fuerza, o talvez por ser su mente presa de aquellos ojos que le mostraba su amada, cada vez que algo así ocurría; pensaba : si es ella vendrá a socorrerme, ahora sí que lo hará , pero distinto de esto, al regresar a casa la respuesta de su amada era la misma : “ debes tener cuidado amor mío”.
Su heridas no bastaban para no volver a la jornada del día, ni su cansancio tampoco.
Su empuje era tremendo, habían más que sueños miles de planes, hasta que se vió solo, solo ante aquel enorme bosque que se tragaba sus fuerzas y sus años, pensó: cuando la necesité nunca estuvo, ni como Diosa ni como humana, siempre estuve solo, quizás ella así también se sintió, quizás ella también se punzaba los dedos y esperaba de él lo mismo,
Pero si era Diosa se ayudaría ella misma, o mejor… nunca se punzaría, en fín que más da, sangré y luché, padecí y estuve solo, si fuiste Diosa o no, de cualquier forma no me socorriste, no logré conmover tus sentimientos.Fue entonces que un intenso frio se apoderó de su ser y comprendió que su lucha había terminado, que no sentía el mismo empuje que al principio cuando sus miradas se perdieron;Soltó su herramienta y decidió no seguir adelante, ya no importaba quien se escondía tras esos ojos, a fin de cuentas para él, cuando más se necesitaron,… nunca estuvieron presentes.
José A
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