1.
Publicado: Sab Oct 13, 2012 15:46
Allí, un otoño de bronce brillando, aún con muertos en el campo, en el cobre de la lágrima de Dios. Oh alma mía, quién puede verte detrás de ese rostro de mármol que oculta la escultura de tu corazón. Ausente, quizás, cual el rocío plateado que ilumina al iris de la fábula; pero yo te veo.
Dorado soliloquio el canto del espíritu, deja que el aroma de la flor perfume nuestro cuerpo.
Sólo quisiera tener todo el conocimiento del mundo para contradecir a los imbéciles que violan a la Razón. Una nube de hebra sobre un cielo de azafrán, el preludio de una tormenta de sangre, ¡estoy dentro de un cuadro!, marcos de luz, marcos de luz, y me derrito, me derrito...
Caminante que errante vagas por la bóveda, un haz de sonidos hizo brillar su mirada. Cabello sin estrellas, pupilas sin cometas, una vez... una vez sé que allí ha existido un mar. «No quiero estar muerto...», sueña el desdichado bajo tierra. ¡Más de dos mil años!, cuánto llanto hay en tan poco aire. ¿¡Sobre cuántos muertos caminamos!?, y una luna sonríe en el techo nocturno. Reluce, aún después de tanto llorar...
Tal vez nuestras manos no llegan a tocar las estrellas para que no nos cortemos con el filo de sus coronas de plata, ¿pero quién me garantiza que nuestros ojos no se desangren tras tanto acariciar a aquellas bellas?, cuando las perlas son puras, rubí del universo, se tornan de sal y de agua, y el cosmos, cual el espejo, nos encandila y se hace líquido, transparente fluido sagrado. Todavía en su podio yace ahí la lumbrera; ella sabe que caerá, mas también sabe, con el fuego último, que de las noches más profundas a centellas y lumínicas espadas renacerá. Sin embargo, cuántos abismos hay en un paso. ¿Será toda cima una ilusión?, si te encuentras con una montaña... ¡escálala!
La pequeña lulú tiene hambre, toma, ten mi corazón, devóralo con cuidado, pues es el único que tengo. ¿No es bello el jardín que fulgura en los últimos versos de la tarde?, yo te puedo prometer que tengo un espíritu, reacio a las palabras, y en una elegante mascarada: ¿con cuál de todos estos silencios quieres bailar? Un escorpión entre las rosas. Me pregunto si aún queda veneno en la serpiente virgen. Espiga y Antares, creo que oigo la melodía. Encima de las tierras de los siete sabios, de los magos, elevo mi mirada hacia los cielos de carbón, y susurro en un tímida ensueño, pareciera que en la eternidad de ayer ardió el completo firmamento; que me lleven todos los demonios, aunque apacible, estoy dispuesto a luchar. ¿Recuerdas aquella dama de luto caminando por la playa?, era hermosa, ánima de amatista que cautivaba a cuanto ser posara su mirada sobre ella; cómo explicar la belleza de una señorita, como unos pétalos de loto meditando ante la brizna, perlados por el dulce y fresco hálito de la madrugada, muy bonita. Y a los pies de un monte escarlata, Destino me otorga a mis pies un regalo, hermosura, un pajarito de circonio que ya no canta, pero que brilla. No trova por las noches pero que lindo, ten, querida, es para ti, dádiva a la más linda. Es hora de dormir, a manto nocturno que impasible se nos vuelca, sogni, sogni, y la luminiscencia del beso en el sueño antes del sueño.
Dorado soliloquio el canto del espíritu, deja que el aroma de la flor perfume nuestro cuerpo.
Sólo quisiera tener todo el conocimiento del mundo para contradecir a los imbéciles que violan a la Razón. Una nube de hebra sobre un cielo de azafrán, el preludio de una tormenta de sangre, ¡estoy dentro de un cuadro!, marcos de luz, marcos de luz, y me derrito, me derrito...
Caminante que errante vagas por la bóveda, un haz de sonidos hizo brillar su mirada. Cabello sin estrellas, pupilas sin cometas, una vez... una vez sé que allí ha existido un mar. «No quiero estar muerto...», sueña el desdichado bajo tierra. ¡Más de dos mil años!, cuánto llanto hay en tan poco aire. ¿¡Sobre cuántos muertos caminamos!?, y una luna sonríe en el techo nocturno. Reluce, aún después de tanto llorar...
Tal vez nuestras manos no llegan a tocar las estrellas para que no nos cortemos con el filo de sus coronas de plata, ¿pero quién me garantiza que nuestros ojos no se desangren tras tanto acariciar a aquellas bellas?, cuando las perlas son puras, rubí del universo, se tornan de sal y de agua, y el cosmos, cual el espejo, nos encandila y se hace líquido, transparente fluido sagrado. Todavía en su podio yace ahí la lumbrera; ella sabe que caerá, mas también sabe, con el fuego último, que de las noches más profundas a centellas y lumínicas espadas renacerá. Sin embargo, cuántos abismos hay en un paso. ¿Será toda cima una ilusión?, si te encuentras con una montaña... ¡escálala!
La pequeña lulú tiene hambre, toma, ten mi corazón, devóralo con cuidado, pues es el único que tengo. ¿No es bello el jardín que fulgura en los últimos versos de la tarde?, yo te puedo prometer que tengo un espíritu, reacio a las palabras, y en una elegante mascarada: ¿con cuál de todos estos silencios quieres bailar? Un escorpión entre las rosas. Me pregunto si aún queda veneno en la serpiente virgen. Espiga y Antares, creo que oigo la melodía. Encima de las tierras de los siete sabios, de los magos, elevo mi mirada hacia los cielos de carbón, y susurro en un tímida ensueño, pareciera que en la eternidad de ayer ardió el completo firmamento; que me lleven todos los demonios, aunque apacible, estoy dispuesto a luchar. ¿Recuerdas aquella dama de luto caminando por la playa?, era hermosa, ánima de amatista que cautivaba a cuanto ser posara su mirada sobre ella; cómo explicar la belleza de una señorita, como unos pétalos de loto meditando ante la brizna, perlados por el dulce y fresco hálito de la madrugada, muy bonita. Y a los pies de un monte escarlata, Destino me otorga a mis pies un regalo, hermosura, un pajarito de circonio que ya no canta, pero que brilla. No trova por las noches pero que lindo, ten, querida, es para ti, dádiva a la más linda. Es hora de dormir, a manto nocturno que impasible se nos vuelca, sogni, sogni, y la luminiscencia del beso en el sueño antes del sueño.