
Al introducirme al auto, cerré la puerta con tal intensidad que todo se cimbró en su interior, eran tantos los sentimientos que en esos momentos tenía, ira contenida, deseo insatisfecho, desespero... con el acelerador a fondo y la agonía de mi alma conduje sin destino definido, todo se amotinaba en mi cabeza, tratando de formar un sólo pensamiento... Tú. al tiempo que de un golpe seco lo alejaba, quise relajarme, escuchar la música de fondo, quise... no sentir...
Poco a poco la calma fue invadiendo mi cuerpo, se introducía tranquila por cada uno de mis sentidos, el auto negro se perdía en mitad de la noche, tomé las curvas sin precaución alguna, veía sin observar, el dolor no desaparecía y el llanto amenazaba con brotar.
Fui bajando lentamente la velocidad, necesitaba detener un momento, analizar y volver a analizar, busqué incesante algún descanso donde poder parar, no había alguno cerca, en total estado de agonía, mis límites vencidos y el agotamiento como huésped de mi cuerpo me detuve en medio del camino, sin importar el desenlace que pudiera tener.

Me recargué en el respaldo del auto, observé lo rojo de mis manos sobre el volante, cerré los ojos y escuché el sonido del silencio, el interior de mi cuerpo, me sentí vacía, perdida en la nada, y fijando la vista en el cristal de la ventana, sucumbí.
Gruesas gotas de lluvia caían sobre mis mejillas, sin poder contenerlas, las dejé salir, seguir su propio sendero por mi cuerpo, me dejé ir... y al cerrar los ojos me adentré en la ciudad perdida de mis pensamientos, donde los sueños se desvanecen, el pasado se pierde, la ilusión convertida en humo se eleva y amotina formando nubes de oscura frustración y encaminando mis pasos hacía el bar que estaba frente a mi, pedí la bebida que sin recuerdos me recordaba a ti...
Quise grabar lo dulce de tu mirada y solo encontré la fría oscuridad de tu abandono y la cruel daga del murmullo de tus palabras.
Ame Torre