Derivas.
Publicado: Mar Oct 22, 2013 15:21
La felicidad es un pequeño éxtasis que se complementa
Con la capacidad de afrontar los despilfarros
Subversivos de la nostalgia y los abismos.
Usted sabe, en cambio, acomodar en sus rasgos faciales
Cada vértigo, para hacerlo parecer una mueca
Que apenas alcanza a demostrar una sonrisa mojigata y solemne.
La invito a llorar, un día, conmigo; yo no sé nada de la tristeza,
Pero podría mostrarte los rasgos intrínsecos de un adiós
O los vacíos sonoros de una melodía. No es mucho,
Pero son detalles que estarían dispuestos
a complementarse con la melancolía que expone
Cada vez que sonríe discretamente.
No perderíamos nada, pero podríamos perdernos; esa premisa será toda suya.
Y esto lo digo porque sé de sobremanera que usted no conoce nada sobre la felicidad,
Y que a pesar del prozac o la serotonina que lleva consigo, la vida o los pequeños intervalos
Inestables del alma opacan todo proceso que la lleve a conocer, de manera más íntima, que es la felicidad.
Sin embargo, no hay día en el que usted no me enseñe más sobre ese tabú que todo mundo espera como si de una redención se tratase; y siempre es sencillo sonreír cuando los dos olvidamos las debilidades tan fundamentales que construyen una sonrisa.
Es sonreír por reír. Es llorar por antonomasia. Es la libertad de sentir algo más que procesos dentro de nuestro cuerpo.
No hay nada más libre que caminar a la deriva de alguna emoción. Cualquier detalle nos podrá hundir, y esa premisa es toda suya; conozcamos de manera más íntima a que le tememos, amiga mía.
La invito a llorar, como usted sabe, y como se aprende a llorar cuando ya no se resiste más tener untada a la garganta una sonrisa.
Usted sonría; sonría como sólo saben sonreír los que tienen la certeza de no ser felices.
Con la capacidad de afrontar los despilfarros
Subversivos de la nostalgia y los abismos.
Usted sabe, en cambio, acomodar en sus rasgos faciales
Cada vértigo, para hacerlo parecer una mueca
Que apenas alcanza a demostrar una sonrisa mojigata y solemne.
La invito a llorar, un día, conmigo; yo no sé nada de la tristeza,
Pero podría mostrarte los rasgos intrínsecos de un adiós
O los vacíos sonoros de una melodía. No es mucho,
Pero son detalles que estarían dispuestos
a complementarse con la melancolía que expone
Cada vez que sonríe discretamente.
No perderíamos nada, pero podríamos perdernos; esa premisa será toda suya.
Y esto lo digo porque sé de sobremanera que usted no conoce nada sobre la felicidad,
Y que a pesar del prozac o la serotonina que lleva consigo, la vida o los pequeños intervalos
Inestables del alma opacan todo proceso que la lleve a conocer, de manera más íntima, que es la felicidad.
Sin embargo, no hay día en el que usted no me enseñe más sobre ese tabú que todo mundo espera como si de una redención se tratase; y siempre es sencillo sonreír cuando los dos olvidamos las debilidades tan fundamentales que construyen una sonrisa.
Es sonreír por reír. Es llorar por antonomasia. Es la libertad de sentir algo más que procesos dentro de nuestro cuerpo.
No hay nada más libre que caminar a la deriva de alguna emoción. Cualquier detalle nos podrá hundir, y esa premisa es toda suya; conozcamos de manera más íntima a que le tememos, amiga mía.
La invito a llorar, como usted sabe, y como se aprende a llorar cuando ya no se resiste más tener untada a la garganta una sonrisa.
Usted sonría; sonría como sólo saben sonreír los que tienen la certeza de no ser felices.