Los Dioses se han acostumbrado a mi eco

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eloskar
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Los Dioses se han acostumbrado a mi eco

Mensaje por eloskar » Mar Feb 23, 2021 16:50

“Cerca de la roca más próxima al pueblo, se encuentra el cauce. En tiempo otrora, luchas bélicas. Llanuras que secan la arena que tiñe el campo, este, es de barro cuando las tormentas acechan.

El pueblo descansa en el punto entre la selva, y la más absoluta lejanía de arena. Caminando entre caminantes errantes, se encuentra algún que otro animal. Jabalíes que encuentran el despiste de cualquier paisano. Gente imperceptible por la vista de un águila. Plaza en la cual descansan buitres esperando el declive. Allí, no hay gente. Hace tiempo que los animales se asentaron en los bancos y las aceras de este pueblo. El único pueblo que no tiene nombre.

La cosa fue, cuando de la jungla unos ojos incesantes observaban cualquier movimiento aún natural. Aparecieron de repente. Ojos esquizofrénicos que intentan deducir la realidad que viven, y pasaron días, meses, e incluso años. Esos ojos no cesaban su empeño en deducir su existencia. Dado su perdure y su tesón, acabaron siendo la parte artística del pueblo y por ello, los edificios hoy esbozan ojos pintados; fachadas que inquietan hasta a la esquina más recóndita.

Adoptaron la fe en la doctrina a lo perpetuo. Siempre estaban observando. Daba igual lo que hiciesen, cualquier crueldad dejaba a Dios de lado. De la parte irreal de la pintura, a la realidad de aquel que se cree diablo. ¡Dejaron de rezar cuando los jinetes bajaron!. Una pestaña robusta, arrasó medio poblado, y el otro medio asustado huyó de la lucha perdida. Los animales más cercanos, apuñalaron el desconcierto de esa gente. Los buitres cambiaron y utilizaron su pico. Los escombros, no eran más que una trampa llena de fuego. Dios puso a Judas colgado a la entrada del pueblo e hizo su casa sobre tierra. Una soga que describe su trayecto, sangre inocente que remueve las entrañas.

La llanura se extiende hasta el pueblo, y deja en las calles nebulosas de polvo de aquellos que se dedicaban a contar estrellas. Su destino, acorde, se desintegra en polvo y vaga por el cosmo de esta arena. Desierto tiznado con adjetivos bacanos. Oasis que pone su palmera en cada olivo. Zapatos que guardan los ojos en las palmas de las manos. Estigmas que guían una vida. ¡Qué injustos fueron los Dioses! ¡Pisotearon y destruyeron cada casa que gritaba!, y por eso hoy los animales pueblan este pueblo. Nadie juzga, nadie grita. Los dioses se han acostumbrado a su canto. Ese maldito eco que desmiga esta piedra.“

Será mi percepción, llevo tantos cambios de sol esperando mi destierro, que creo que ha ganado la locura. Solo 7 jodidos días han pasado desde la última plaga. Eso solo fue el principio. Y perdona si escribo desde esta piedra cerca de un acantilado, los Dioses también se han acostumbrado a mi eco. Sus ojos han dejado de penetrar en mi piel, como flechas de recuerdos. Tengo vértigo, pero sigo vivo. Andar con pies descalzos rompiendo cada baba de hiel. Hasta que encuentras un saliente, y te aferras porque tu hígado ha dejado de sentir. Y las voces siguen incesantes, el silencio, que no han documentado.... Como bichos en las rocas. La arena chirría en los dientes. Y el pueblo sigue en la normalidad, creando la ilusión en la parte contigua al pueblo. No hay desierto, y estoy solo. Hectáreas de selva me hacen añorar el desierto. Me hacen conjugar verbos en el paso de los tiempos. No tener nunca un punto que concuerde.

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