El beso de María
La plaza estaba sola, y se podía escuchar el aleteo de los pájaros.
Yo estaba enamorado, pero también nervioso.
Los dos éramos jóvenes, pero María tenía su corazón de fiesta.
Aun recuerdo sus ojos juguetones, y su blanca y delicada piel.
En sus brazos la dicha se alargaba tanto, que pensé tenerla
para siempre conmigo. La tarde fue bajando, y mi corazón se fue llenando de sombras.
Los recuerdos empezaron a buscarme. Eran las tres. ¿Le habrá pasado algo? Me preguntaba. La cita era a las dos. ¿Se habrá arrepentido? Nos íbamos a fugar en esa tarde, nos iríamos a casa de un amigo, luego avisaríamos a nuestras familias. Ese era el plan.
Pero no estaba funcionando, algo andaba mal, Se darían cuenta sus padres. Quizá ella, tan pura, tan buena, tan honesta; decidió a ultima hora contarselo a sus padres, y ellos, como todo padre, decidieron retenerla. Pero ya era mayor de edad, pensaba, y ella me quiere.
Apareció de pronto un rayo de fe que ilumino de esperanza mi espíritu débil, y fue cuando a lo lejos, descubri que venía mi adorada Maria. Había cumplido el pacto,
Iniciar ese dia y para siempre, un sendero de amor, bello y furtivo.
Nos miramos, como si hubieramos recontrado algo valioso, nos abrasamos, y luego nos dijimos a la ves, te quiero.
Y un beso desbordante de pasión y cariño sepulto toda duda y nerviosismo.
Suspirando, le dije-, -tus besos, Maria, guardan todo el encanto de la vida.
Germán g