la tira del corpiño, conmigo coqueteando,
bajo el canto de tu escote se asomaba.
y seguir rumbo abajo el sendero señalado...
hasta la franja del encaje…,
hasta el borde de la seda…,
hasta el pie de la colina ¡y más allá!:
hasta el botón de rosa que corona cada seno.
tu dorso picaruelo, con las luces jugueteando,
a mis ojos cautivados sus pecas ostentaba,
como flores..., como soles..., como fuegos...,
como piedras preciosas simulando para mí
los guijarros que sembró Pulgarcito en la floresta.
deambulando por tu espalda...,
orillando tus caderas...,
merodeando en tu cintura ¡y más allá!
hasta las dulces manzanas de tus nalgas.
simulaba mandar besos por los aires
y tus labios parecían golosinas ofrecidas...
el camino recorrido por el vino que bebías,
explorando los perfiles de tu cuello...,
rastreando la cañada entre tus senos...,
batiendo el otero de tu vientre...,
sondeando la cuenca de tu ombligo ¡y más allá!
hasta el surco y la quebrada primordiales.
Antonio Canedo