fue tan fuerte el fragor de la contienda
de los cuerpos fundidos, abrazados,
tan ardiente el aliento de los besos;
tan agudos los gritos de placer...
que la luna abrió hueco entre las nubes,
que las olas alzaban sus espumas
y hasta el sol se asomaba en lontananza,
para gustar en vivo esa pasión.
Tanto te gocé anoche en esta playa,
tan poderosos fueron los embates,
que a tus quejas callaron las gaviotas,
y atrajeron tus cálidos gemidos
delfines que vararon en la arena.
Finalmente la luna, sonrojada,
por lo fogoso que se puso el sol,
fundió su faz con el azul del cielo
y el vasto firmamento la ocultó.
Del gran amor gozado en esa playa
sólo quedan rescoldos de pasión,
huellas inconfundibles en la arena
y el rojo pasional del propio sol.
No han vuelto a coincidir nuestros caminos
y, sin duda, jamás coincidirán;
mas en nuestras entrañas quedan posos
de aquella gran fusión, por lo fugaz.