DUEÑO TERRENAL
Sonrisa desparpajada, cobijaba mi cara,
el día era joven, su padre el sol lo peinaba.
Tenía sitiada la mirada, por un suspenso inhóspito,
el semblante de estandarte, poseía un gesto rústico.
La monotonía, jugaba con mi lánguida alegría,
la pereza, domaba lo que el inconsciente sentía,
logrando dispersar, los ánimos sobrevivientes,
unas esperanzas disfrazadas, contaba presentes.
Una descarga de sensaciones, cayó de sopetón,
estaba distraído, entre unas pésimas distracciones,
asomándose de repente, un optimismo respingón,
el que encendió cuan ráfaga, gratas emociones.
Tenía entre manos, un altero de bellos detalles,
era una pena lidiar, con un desatine espiritual,
podía tejer, un recuento de hechos sensuales,
cuando de una mujer, me hice su dueño terrenal.
José Estrada