Nosotros los de ayer,
los que al sonar las seis en el colegio,
formábamos un muro unos con otros,
y unidos, conquistábamos el parque
tomados de las manos,
algunas con anillos en los dedos,
y otras que en la vorágine del tiempo
serían sin dudar manos de obreros.
Entonces no importaba cubrir las apariencias,
mi observar los zapatos,
para saber si eran de antílope o de cuero.
Sólo importaba entonces una idea
que anclada a la razón, era un herrero,
que a fuego martillaba el pensamiento.
Nosotros los de entonces, venidos de los barrios,
los de las casas ricas y los huertos,
nosotros los de acero y los de cobre,
los de colchón de plumas aún estamos,
los de carne no están... Esos murieron.
Mas no se mata el cobre y el estaño,
ni tampoco se mata el oro negro,
eso fuimos algunos, los de entonces,
los que pusimos tierra de por medio,
y hoy ofrendamos flores en las tumbas
de los que fueron carne y sucumbieron.
Nosotros los de entonces, soñadores
que sembramos la piel en el sendero,
cuando tendimos puentes con Mariátegui
para cruzar los golpes de Vallejo;
los que vimos el cielo con Neruda,
los que estudiamos lengua con Cisneros,
los que charlamos largo con Sybila
sobre Arguedas y el sueño del imperio...
Nosotros ya no somos los de entonces,
los que murieron nunca serán viejos.
KARIM