LAS TRES RECETAS

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TARDE GRIS
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LAS TRES RECETAS

Mensaje por TARDE GRIS » Sab Sep 19, 2009 07:45

LAS TRES RECETAS.

Cierto joven fue a ver a su médico, quejándose de que sufría un gran aburrimiento, una sensación de desasosiego en su vida, casi como si hubiese sido anestesiado. Lo que dijo fue, en esencia, lo siguiente:

-Hago todo lo que debo hacer, pero en realidad no me interesa. Todo es tan rutinario y mecánico que ya no encuentro en ello nada que me entusiasme para vivir.

Después de examinarlo, el doctor le aseguró que físicamente gozaba de buena salud. Pero más que en el aspecto físico, el médico intuyó que aquel hombre tenía un problema profundo, una dificultad en su dimensión espiritual.

-Me gustaría recetarle algo y pedirle que cumpliera mi prescripción durante un día –le dijo el doctor-. Antes que nada, ¿cuál es su lugar favorito?

-No sé -respondió el paciente en el acto.

-¿Cuál era cuando usted era pequeño?¿Qué era lo que realmente le gustaba hacer?

-Adoraba la playa.

-Le doy estas tres recetas y vaya a la playa -le dijo entonces el doctor-. Tome una de ellas a las nueve de la mañana, otra al mediodía y la última a las tres de la tarde. Debe comprometerse a observar cada prescripción y no leer la siguiente hasta que haya llegado la hora ¿De acuerdo?

-Jamás había escuchado nada parecido –contestó, escéptico, el paciente.

-Bien, pues yo creo que esto realmente lo ayudará. Así que el inquieto joven tomó las recetas y fue a la playa. Estuvo allí a eso de las nueve de la mañana, solo, como se le había indicado. No había radio, ni teléfono, ni nadie. El, la playa y sus recetas, la primera de las cuales leyó de inmediato. Solo constaba de tres palabras: «Escuche con atención».

-¡No puedo creerlo! –exclamó, ¡tres horas haciendo esto!

Un minuto después estaba aburrido. Ya había escuchado a las gaviotas que volaban en círculo sobre él y al oleaje que golpeaba unas rocas cercanas, y se preguntaba qué podía hacer durante las tres horas siguientes.

-Pero me he comprometido a hacerlo –se dijo-, y lo cumpliré. Después de todo, es sólo por un día.

Comenzó a pensar profundamente en la idea de escuchar con atención. Empezó a escuchar con sus oídos y pronto pudo oír sonidos que antes nunca había identificado. Pudo oír dos oleajes distintos, diferentes tipos de pájaros, los cangrejos en la arena, murmullos y más murmullos.

Al poco rato se abría ante él un mundo nuevo y fascinante. Todos sus sistemas vitales se calmaron y entró en un estado de meditación, distensión y paz. Cuando llegó el mediodía estaba casi eufórico y sentía un franco disgusto por tener que abrir la segunda receta, pero permaneció fiel a su compromiso.

Esta vez eran cinco palabras:«Trate de volver al pasado». Aunque al principio quedó desconcertado por el críptico mensaje, después comenzó a meditar sobre su infancia, cuando jugaba en la playa.

Por su mente pasaba como flotando, una experiencia tras otra. Recordaba las almejas asadas que comía junto a su familia; cómo observaba a su hermano, que luego moriría en la guerra, correr por la playa, exultante de alegría porque habían terminado las clases.

Lo envolvió una profunda sensación de nostalgia, que reavivaba muchos sentimientos y recuerdos positivos. Estaba profundamente sumido en estos últimos cuando ya eran las tres de la tarde. Nuevamente detestó tener que leer la tercera receta en medio del placer y la calidez que estaba sintiendo.

Pero la abrió, y vio que decía:«Examine sus motivaciones». Era la más dura, iba al centro mismo de la cuestión, y él lo supo en el acto. Pasó por todas y cada una de las fases de su vida, por todo tipo de situaciones con toda clase de gente. E hizo un descubrimiento muy doloroso: su rasgo dominante era el egoísmo.

Nunca iba más allá de sí mismo; jamás se identificaba con un objetivo superior, con una causa más valiosa; siempre se estaba preguntando:

-¿Qué puedo sacar yo de esto?

Había descubierto la raíz de su tedio, de su aburrimiento, de su vida sin sentido, de sus actividades mecánicas rituales hacia todo. A las seis de la tarde estaba plenamente en paz consigo mismo, había recordado y había mirado profundamente en su propio interior.

Gracias a las tres recetas, había asumido algunas resoluciones sobre el curso que seguiría su vida a partir de ese momento, y había comenzado a cambiar.

Covey Leadership Center.
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