¡Oh tu velo! que cubres mi amargura
y la ocultas al resto de las gentes,
quienes deambulan tan indiferentes
por el mundo ignorando mi locura.
Nadie sabe que sufro la tortura
de tu ausencia, tus besos más ardientes,
de tu mirada, azul resplandecientes.
¡Las curvas que tallaban tu figura!...
Fue el destino tal vez el más culpable,
o quizás, mi ansiedad por ver un mundo
diferente, que fuera más amable.
Mas hoy, el desamor es más profundo
y aunque la vida sea soportable;
¡amor!... me sentiré cual vagabundo.
¡Y digo un no rotundo!
a aquel inconformismo mantenido,
culpable del fracaso que he sufrido.
©Roberto Santamaría
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