(Romance)
Recuerdo tiempos de antaño.
por la década cuarenta,
llovían invitaciones
para asistir a la fiesta,
las chicas se preocupaban
y elaboraban tarjetas
usando las cartulinas
que compraban en las tiendas.
Ocho o diez años después
se cumplía alguna meta,
casados, con bellos hijos
y manteniendo a la suegra.
Más cumpleaños llegaron,
lo que uno jamás espera.
Los amigos de los hijos
usaban el mismo esquema,
y en saloncitos pequeños
la fiesta se hacía eterna.
Empezaba muy temprano,
final: A las siete y media.
Hasta que alguien inventó
¡Festejarnos los ochenta!
En la fiesta, la alegría,
y en los tiempos de la escuela
presente siempre se hacía
con alería sincera.
Era Fiesta de Nostalgia,
de lejanas primaveras.
De pronto nos explicaron,
en una tarde serena,
que dejemos el cansancio
y olvidáramos la siesta,
que dejemos la mascota
acomodada en la puerta.
Y así fue como asistimos
a festejar los ochenta.
Hoy... los años han pasado
pero mi mente recuerda
que ya está nonagenaria
y hasta le falta una tuerca.
Sin embargo el esqueleto
aún está como piedra,
no se avejenta por nada
así le crezca maleza.
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Mariano Bequer.
Maracaibo, 16/07/13