-Madre, suba que la llevo al convento.
La monja sube y se sienta en el asiento del copiloto, hace un cruce de piernas y el hábito se le abre un poquito dejando a la vista la pierna. El padre se le queda mirando y sigue manejando.
Al poco rato le toca la pierna y la monja le dice pacientemente:
-Padre, acuérdese del Salmo 129.
El Padre le pide disculpas y sigue manejando. A los pocos minutos le toca la pierna nuevamente y la monja con voz dulce le vuelve a recordar :
-Padre, acuérdese del Salmo 129.
El Padre se excusa respondiéndole:
-Perdóneme, hermana, pero usted sabe... la carne es débil.
Después de un rato la monja llega a su destino y se baja. El Padre va velozmente a su parroquia, entra rápidamente y busca en la Biblia el Salmo 129, encontrando el salmo que dice...
"Sigue buscando y hacia arriba encontrarás la Gloria..."





