
VELETA
Ya no, estas manos, con tu piel perfumo,
si vienes de otro altar y de otra altura
negando la remota arquitectura
del templo que erigimos sobre el humo.
Con esa levedad de fruta, el zumo
sabroso que exprimí de tu cintura,
se vuelve vino amargo, y su amargura
no es apta para darme a su consumo.
Renuente el corazón cuando no place
batir, batir, batir, como contento,
sabiendo de antemano el desenlace.
No empieces a soplarme tu argumento,
que no me sienta bien ni me complace
ser la veleta que se rinde al viento.
TADEO