Bitácora XXXV
Nos disponemos ya a soltar amarras.
A pesar de haber estado el día de ayer navegando durante más de 12 horas, no hemos realizado una buena singladura, tanto el viento, como la corriente en contra han jugado un papel importante para que recorríesemos 28 millas menos que lo planeado originalmente.
Para hoy, proyecto ser más conservador. El viento sigue del norte y fuerte, aún más de lo que soplaba ayer, la corriente sigue bajando a más de 2,5 nudos. Con poder entrar al primer brazo, para fondear allí y pasar la noche, me llamaré más que dichoso.
...A veces, me parece hasta mentira la lentitud con que todo se mueve aquí abajo, en el agua, hablar de 50 millas en una jornada de más de 12 horas, cuando apenas hace unos años me llevaba poco más de 15 minutos recorrer la misma distancia... Pero los medios son distintos, los tiempos son diametralmente opuestos, y si bien me ha costado muchísimo adaptarme a esta lentitud me atrapa la idea de saber que allí arriba yo estaba solo, solo con mi máquina, tomando mis propias desiciones, sin compartir absolutamente nada, con mis propios miedos, con mis propios sinsabores y con mis propias satisfacciones... en cambio hoy aquí todo se comparte, se disfruta distinto y posiblemente en esta etapa de mi vida deba recorrer más este camino, de tranquilidad y serenidad, de aventura lenta pero sostenida, de no competencia, de sencillez y de poder permitirme estar dos horas mojando un anzuelo para que ningún pez siquiera le pase por al lado. A veces siento que aquello era demasiado indivual, demasiado propio; “egoista” lo llamó mi amigo, tal vez nunca comprendió lo que yo sentía y aún sigo sintiendo cuando me engaña mi instinto, haciendo que mis ojos miren las nubes y automáticamente piense en si habrá o no térmicas, en cual será el techo... ¿porque lo sigo pensando, si hoy no influye en mi vida?...
Zarpamos y rápidamente enfrento el viento para que ella pueda izar las velas, le paso la manija del molinete y comienza con la mayor. Son más de 10 metros de altura de mástil y con este fuerte viento el laboreo se hace realmente difícil.
Para cuando la mayor está totalmente desplegada noto -con bronca- que hemos retrocedido más de media milla; cazo con fuerza la escota y le pido se coloque el arnés antes de ir a la proa para izar el foque, eso me dejará más tranquilo sabiendo que está unida a la línea de vida de la embarcación y me podré ocupar de lo mío, mientras ella hace lo propio.
El viento sopla y fuerte y el agua ya empieza a salpicar. La proa del velero sube, para unos segundos después enterrarse y perderse bajo el agua, ella está ahí, acompañando ese vaivén y hundiendose también al capricho del cabeceo, con una mano afirmada al candelero, con la otra intentando amurar el ollao y con las olas que barren la cubierta como dándonos un mensaje que hoy no están dispuestas a hacernos fácil la travesía.
Intento pensar... siempre fui amigo del viento y nunca me atreví a desafiarlo, preferí acompañar, adaptarme a el, a buscar como moverme aún en sus brazos y haciendole saber que no intento modificarlo, solo subirme y buscar el lado que mejor me acompañe... viento mío, viento que respeto... dame algo de respiro porque estoy empezando a temer, y ya nos estamos golpeando...
La maniobra está llevando más tiempo del pensado, el sol se oculta detrás de las nubes y ayuda a que todo parezca agravarse. Pego un nuevo vistazo a la linea de vida y al cabo que la une a su arnés, en mi lista de prioridades es lo único que en este momento me obsesiona, me paro firme y aseguro también mi arnés, ella intenta decirme algo que no entiendo y le grito hasta que me duele la garganta que a pesar de estar a barlovento, me mire cuando intenta decirme algo... en esas situaciones los gritos son necesarios, el mirar es necesario y hasta la posición de quien habla y quien escucha -con respecto al viento- se hace decisiva. Es la diferencia entre poder escuchar y actuar en consecuencia o no.
A veces pienso, y hasta no puedo creerlo, todo lo que ella ha aprendido. Es proel por excelencia, se mueve sobre la cubierta como si lo hiciera sobre una nivelada alfombra, unos años atrás, no hubiese apostado ni diez centavos... a veces soy tan duro y tan injusto con mis malditos prejuicios, que me cuesta perdonarme, me cuesta aceptar mis pensamientos, mis juicios de valor... tan anticipados... tan equivocados en innumerables oportunidades!
De pronto, la proa se eleva, presiono los dientes y me afirmo a la caña del timón sabiendo lo que se viene, por más que le grite ella no me escucha y sigue abocada a su batalla, se escucha el pantocazo, miro el interior y al no ver ninguna vía de agua, agradezco al astillero haber sobredimensionado tanto la estructura; ella, como si nada y empapada de pies a cabeza, vuelve hacia la popa y comienza a girar el molinete para izar el foque. Había realizado su tarea.
Repicando como pudo y con lo que sus fuerzas le permitieron, le pido venga rápidamentre al resguardo de la popa, donde todo se ve diferente, donde al menos hay un segundo más de tiempo que allí adelante, para ver, para pensar, para agarrarse y resguardarse.
Ya con el foque desplegado y la mayor con su mano de rizos, empezamos a caminar más equilibradamente, el tiempo seguía duro y golpeaba, pero si algo me enseñó la vida es: que cuanto más furioso viene el viento, más rápido se irá. Secreto que jamás falla
Una hora después todo se tranquiliza, parece un nuevo nuevo día, un nuevo lugar, hasta parecen nuevas y distintas nuestras predisposiciones, el barco es un desastre, pero encaramos el ordenamiento con ganas y energía, hasta contentos -podría decirse- por lo que hemos pasado... después de todo ¡ya lo hemos pasado!... es tan dificil de explicar eso que se siente!
Las nubes se abren al Este y el sol pega de lleno. Viento de unos 15 nudos que hacen la travesía tan distendida y agradable!, es como que el día se recicló, que nos regala el tiempo para aclarar, para secar, para turnarnos y poder cambiar nuestras ropas.
Por fin llegamos al brazo, entramos y a su resguardo soltamos el fondeo para pasar la noche, entre unos improvisados fideos que cocinamos sin salsa pero con la compañía de un buen malbec.
No pude dejar de pensar, al momento de acostarme a dormir, que mi deseo era dar la vuelta al mundo, era poder experimentar muchísimas nuevas sensaciones, de sentirme vivo, de sortear algún imprevisto y de saber que el único límite es mi imaginación.
Tengo tantas ganas!
Tengo tanto miedo!
Tengo tanto que aprender!
A veces odio no tener 60 o 70 años, lo odio desde lo más profundo de mi ser, quiesiera no estar atado a un trabajo, a hijos, quisiera disponer absolutamente de las 24 horas de cada día de mi vida, para emprender esa aventura que me está esperando, sin embargo temo por no tener en ese momento al llegar, las fuerzas necesarias para hacerlo.
¿Es injusta la vida? ¿las cosas llegan cuando uno ya no puede realizarlas?
sin embargo, no me resigno hoy... y asumo que no me resignaré
Bitácora XXXV
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- Laura Yaneli
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Re: Bitácora XXXV
cumulus tormentus
Es un gusto leer algo propio de sus letras,
y mas aun cuando nos deja este texto que expresa algo propio
de su sentir .Gracias por compartir con nosotros.
Saludos y que el Señor guie su caminar!

Es un gusto leer algo propio de sus letras,
y mas aun cuando nos deja este texto que expresa algo propio
de su sentir .Gracias por compartir con nosotros.
Saludos y que el Señor guie su caminar!
