Solo Los debiles Lloran.
Habían pasado ya varios minutos desde la escena inmortal, desde aquel triste momento cuando ya nada importaba, ya nada servía, una simple discusión podía desencadenar todo.
Ya era la cuarta vez que mi madre había debido salir corriendo hacia la habitación doble donde mi padre de un fuerte portazo se había encerrado, una simple discusión con mis irracionales hermanos lo había desencadenado todo, ¿es que acaso ellos no entendían? Jamás comprenderé como al ser la menor, soy quien puede comprender mejor el dolor, he aprendido a sentir el dolor de las otras personas, además del mío propio.
Avancé lentamente hacia la ventana de la sala de estar, de ese departamento, ese cuarto piso y miré hacia la calle, alcancé a observar como tres chiquillas sonreían desde abajo, tan puras y felices, tanto eso contrastaba conmigo, tanto contrastaba su delicada expresión de alegría, quizás una trivialidad les hacia sonreír, tanto eso contrastaba con mi cara desencajada mi mueca de tristeza contenida y rabia, mis orbes oscuros contenían las lagrimas.
Mis hermanos mayores tomaron las llaves del auto y salieron por la puerta principal, ignorando olímpicamente la situación que habían desencadenado y también a mí, pero antes de que pasaran por debajo del marco de la puerta de fina madera clara, pude observar sus gestos de turbación, sé que en el fondo lo sentían.
La casa se sumió en un profundo y tenso silencio, solo se escuchaban los autos que pasaban por debajo de bajo, en la avenida, y ahí, en ese momento, exploté.
Mis oscuros orbes dejaron de contener las saladas aguas de mis lágrimas y lloré, en silencio, pero lo hice, sentía un dolor enorme, y tenía miedo. Miedo de que mi padre hiciese algo estúpido, miedo de que algo sucediera, miedo de luego, tener yo que pagar por aquella situación, miedo por mi madre, miedo por mi padre y miedo por mí misma.
Pero, una llave me aclaro de golpe, y me sentí miserable, estaba llorando.
Duramente sequé mis lágrimas y dije en voz alta, con una voz acida áspera.
- No llores, solo los débiles lloran, solo aquellos que no soportan el dolor lloran-me enderece- no llores, no debes llorar, porque en este mundo, los débiles no viven- me dije decidida…, peor luego, como si me estuviese contestando a mi misma- sabes qué?- le pregunté a mi conciencia- tienes razón- afirme- los débiles no deben vivir en este mundo, los que lloran son débiles, yo soy débil- finalicé al tiempo que me lanzaba decidida por el balcón.
Sentí que caía en cámara lenta, y pensé que sucedería después, me pregunté si vería pasar mi vida frente a mis ojos, me pregunte si morir seria doloroso y me pregunte si moriría.
Cuando mi cuerpo rígido todo el asfalto, sentí un dolor inimaginable, pero no lloré.
Esperé tranquila y calmada que alguien notara mi caída, o que la muerte llegara por mi, lo que sucediese primero. Observe que nada sucedía, no moría y nadie lo notaba, me sentí triste, después de todo, nada importaba, pero no lloré, eran mis últimos momentos de vida, sentía como el rojo fluido vital, la sangre con su color escarlata escapa por todos lados, pronto me desvanecería y por última vez, sonreí, sonreí porque no había demostrado ser más débil aun, no lloré, solo los débiles lloran.
Habían pasado ya varios minutos desde la escena inmortal, desde aquel triste momento cuando ya nada importaba, ya nada servía, una simple discusión podía desencadenar todo.
Ya era la cuarta vez que mi madre había debido salir corriendo hacia la habitación doble donde mi padre de un fuerte portazo se había encerrado, una simple discusión con mis irracionales hermanos lo había desencadenado todo, ¿es que acaso ellos no entendían? Jamás comprenderé como al ser la menor, soy quien puede comprender mejor el dolor, he aprendido a sentir el dolor de las otras personas, además del mío propio.
Avancé lentamente hacia la ventana de la sala de estar, de ese departamento, ese cuarto piso y miré hacia la calle, alcancé a observar como tres chiquillas sonreían desde abajo, tan puras y felices, tanto eso contrastaba conmigo, tanto contrastaba su delicada expresión de alegría, quizás una trivialidad les hacia sonreír, tanto eso contrastaba con mi cara desencajada mi mueca de tristeza contenida y rabia, mis orbes oscuros contenían las lagrimas.
Mis hermanos mayores tomaron las llaves del auto y salieron por la puerta principal, ignorando olímpicamente la situación que habían desencadenado y también a mí, pero antes de que pasaran por debajo del marco de la puerta de fina madera clara, pude observar sus gestos de turbación, sé que en el fondo lo sentían.
La casa se sumió en un profundo y tenso silencio, solo se escuchaban los autos que pasaban por debajo de bajo, en la avenida, y ahí, en ese momento, exploté.
Mis oscuros orbes dejaron de contener las saladas aguas de mis lágrimas y lloré, en silencio, pero lo hice, sentía un dolor enorme, y tenía miedo. Miedo de que mi padre hiciese algo estúpido, miedo de que algo sucediera, miedo de luego, tener yo que pagar por aquella situación, miedo por mi madre, miedo por mi padre y miedo por mí misma.
Pero, una llave me aclaro de golpe, y me sentí miserable, estaba llorando.
Duramente sequé mis lágrimas y dije en voz alta, con una voz acida áspera.
- No llores, solo los débiles lloran, solo aquellos que no soportan el dolor lloran-me enderece- no llores, no debes llorar, porque en este mundo, los débiles no viven- me dije decidida…, peor luego, como si me estuviese contestando a mi misma- sabes qué?- le pregunté a mi conciencia- tienes razón- afirme- los débiles no deben vivir en este mundo, los que lloran son débiles, yo soy débil- finalicé al tiempo que me lanzaba decidida por el balcón.
Sentí que caía en cámara lenta, y pensé que sucedería después, me pregunté si vería pasar mi vida frente a mis ojos, me pregunte si morir seria doloroso y me pregunte si moriría.
Cuando mi cuerpo rígido todo el asfalto, sentí un dolor inimaginable, pero no lloré.
Esperé tranquila y calmada que alguien notara mi caída, o que la muerte llegara por mi, lo que sucediese primero. Observe que nada sucedía, no moría y nadie lo notaba, me sentí triste, después de todo, nada importaba, pero no lloré, eran mis últimos momentos de vida, sentía como el rojo fluido vital, la sangre con su color escarlata escapa por todos lados, pronto me desvanecería y por última vez, sonreí, sonreí porque no había demostrado ser más débil aun, no lloré, solo los débiles lloran.
Nota del Autor: Esta basado en una experiencia personal... este es uno de esos casos, donde la escritura, hace el papel de purgar el alma...
