
El tiempo pararía si pudiese
para que no te alejes de mi sueño,
para ser de tu boca único dueño
y que tu aliento terco me atraviese.
En ti me quedaría, aunque muriese,
bajo la mueca ruda de tu seño
y el hábito tenaz de tu desdeño
aunque su diente frío me mordiese.
Pero el tiempo no para ni aminora,
el tiempo se deshace como el hielo
en los minutos graves de esta hora,
que dejan las migajas del consuelo,
de haber tenido yo la abrasadora,
pasión irreducible de tu pelo.