
y en mi ropaje
no hay sombras obscuras.
Bebemos de tu piedad
tomados de tus manos
compartiendo de tu pan.
Señor habitas en mi, te siento
y en mi cálido verano
ronda mi infancia
y se torna feliz.
La fe delinea una sonrisa
y tus brazos extendidos
nutren mi vida
desde lejos cobijandome en tu ser.
Estoy,
estas,
hay paz
silencio
tu amor.