"Sí, mátame", afirmé, con un leve movimiento de cabeza.
"Mátame y libera mi cuerpo de todas estas emociones,
de todos estos deseos
de todos los sentimientos humanos
y de estas humanas pasiones.
Mátame y has que corra a través de tu navaja el filo mismo de mi angustia,
que caiga en gotas al suelo, y manche tu alfombra con palabras irrepetibles.
Deja que mi vida se escurra entre tus dedos, cuando me mires a los ojos,
y que luego un temblor se lleve en espasmos mi existencia.
Atrápame en tus brazos y bésame por última vez, con ese frío filo delicado
que es el límite entre la vida y la muerte".
"Mátame", le pedí...
y ella me miró con incredulidad.
Mátame, y has que morir sea sólo una forma más de mostrar lo que sientes,
mátame y has que cada segundo valga la pena, como un extraño orgasmo intelectual y perverso.
Mátame y que mi muerte sea sólo otro nacimiento...
besando tus sueños en cortinas...
y lamiendo tus sábanas en madrugada.
Mátame, mi amor, mátame.
Mátame como sólo vos sabés.
Mátame como sólo vos podés hacerlo.
Mátame y entrega mi alma en sacrificio a tus dioses (o tus demonios),
y has de mi muerte un acto de amor.
Mátame, y que mi cuerpo sea el templo donde se oculten tus delirios...
tus sentimientos...
tu tristeza y tu pasión...
Luego... luego cierra tus ojos.
Imagina que estoy, aunque no esté ya contigo.
Y mientras muere esa parte de ti que soy yo...
deja que la parte de mi que sos vos me acompañe...
caminando sobre el mar...
al filo de la madrugada.
Luciano Silvera-
tokiodarkdream
