
mientras el frio traspasaba los huesos.
La indiferencia sí supo tener el color más oscuro.
Su mundo nunca tuvo un cuento
ni la dulce melodía que suelen cantar a los niños para dormir…”
Cajoncito de manzana donde descansaba
las ingratas cuadras caminadas…
Harapientas sus ropas, el viento remontaba
mientras sus ojos de cristal esmeralda
se perdía en los dibujos de un cielo sin mañana…
Un pedazo de pan calentaba su boca
y así como el gorrión s e refugia en su nido,
en un rincón su alma devoraba el hastío…
El árbol de su suerte, con hojas de espejismos
rompía en su mirada dolores ya perdidos…
La piel le susurraba, el desgaste del frío
y en un rincón se duerme, como un pichón herido…
Será noticia entonces, en hojas sin sentidos,
cuando los ojos lean que ha muerto en un baldío,
el niño que hasta ayer merodeaba en tu sitio…
y todos con asombro, dirán… que lo habían visto…