
Dicen que se dicen cosas
de las mujeres hermosas:
de su manera de hablar,
de sus exquisitos ojos,
de sus lindos labios rojos
o su donaire al andar.
Pero al mirarte yo supe
-¡Oh, Virgen de Guadalupe!-
que no hablaban por hablar
ni exageraban las cosas
pues ni las piedras preciosas
te podían opacar.
Eras un milagro andante,
un querube caminante,
imposible no mirar;
sólo un cabello dorado
al oro más valorado
lo hacía desvalorar.
En ti todo era divino
y ese mirar cristalino
era divino mirar;
cualquiera viendo tus ojos
quedaba al punto de hinojos
sin poderse levantar.
Un prodigio ciertamente
que eras indudablemente
la perfecta para amar;
la Godiva bien vestida,
y más, Venus la nacida
de las espumas del mar.
Dicen que se dicen cosas
de las mujeres hermosas
que se suele exagerar,
pero al verte nadie duda
y la gente queda muda
¡sin nada más que agregar!