Tu recuerdo me prolonga
la angustia, este tormento,
pues mientras lloro presiento
una herida que respira,
una barca a la deriva
en tu luna de diamante.
No busco de mí anularte.
La empedernida memoria
no se fuga de tu noria…
¡De tu sombra soy amante!
II
El tiempo ya sin mí avanza
no hay días, tampoco noches
ni el murmullo de los montes,
impasible todo pasa
diluyendo la esperanza,
de besarte a ti mi amor...
¿Tu recuerdo? Ya es dolor
y así, te sueño despierto
-pesadilla de lo incierto-
en un mundo abrumador.
III
Soy un ciego sin fatiga
que aún mira un sol de oro,
por tu recuerdo es que lloro.
Me gustas ahí, cautiva,
siempre suave y agresiva
¡Sí! ¡Tú eres mi pensamiento!
voz única en mi lamento.
¿Recuerdas aquel domingo?
¿La iglesia de San Francisco?
Vivo eterno ese momento.
IV
Este recuerdo está hecho
de silencios sepulcrales,
fríos orcos anormales
quemando dentro del pecho.
Con un corazón desecho
¿Cómo clamo por más sangre?
Mira, acércate y dale,
con tu vena contenida
una nueva y mejor vida,
a mi muerte ya sin aire.
V
Por el temor de olvidarte
he preferido, primero,
perecer de tu recuerdo
y del olvido, salvarte,
no amar y así, olvidarme.
Mis lunas se desmoronan,
estos labios se marchitan
apurando tantas sombras.
¿En tus deseos me nombras?
estas décimas me tiemblan.
VI
Condenado a levantar
los recuerdos que me sobran,
ver las voces que te nombran
a las olas soportar
-el olvido es una mar
que golpea con su hastío
a las playas del martirio-
para que ellas no te lleven
y nunca, nunca me alejen,
de tu recuerdo tan mío.
VII
El ocaso es una llama
que nos llama a nuestros ojos,
para mirar los despojos
de nuestra confundida alma
y abrimos con toda calma
una habitación de estrellas;
oscuridad, lunas llenas,
tu recuerdo, la caricia
de mi dicha ya vacía…
Soledad corre en las venas.
VIII
Tu recuerdo llega e invade
los ensueños taciturnos,
de aquellos ríos nocturnos
que reina una náyade,
ahogada en mi saudade.
Ni el duro frágil cristal
de un sueño vuelto abismal
ni el cruel eco de la nada
ocultan que eres mi amada,
mi musa, mi manantial.
IX
Te amo en el viento sin cielo
olas sin océano,
sin un destino cercano,
te amo con este desvelo
de mi corazón en celo.
Te amo aquí, con tu recuerdo,
con estos versos que muerdo,
su sangre sube a mi boca
beso desnudo que invoca,
tu mirada en que me pierdo.
X
¿Qué tengo? ¿Qué queda en mí?
muero viviendo el ayer...
Sólo queda el no tener
tus besos que no sentí,
milagros que no viví.
Mi amor, dime ¿A dónde voy?
¡Aún no sé ni quién soy!
Tu recuerdo está conmigo
por eso Amor te lo digo:
muerto… Muerto de amor estoy.
Iván Ortega