Noche de verano,
noche perfumada por los aromas de tu piel,
aromas que impregnan tus sábanas blancas
donde dos cuerpos desnudos, dorados,
por temblorosas llamas de velas de ámbar
se aman en busca del alba.
Aromas de incienso de una vida pasada,
aromas que permanecen en mi recuerdo
cubiertos por tus palabras,
palabras de amor eterno,
palabras que solo fueron palabras.
Vuelvo a tu blando lecho
desde el recuerdo que me da la distancia,
a través de tu ventana
la luna de Agosto regala blancos,
a los negros de tu estancia.
Negra seda que cubre,
la turgencia de tu pecho delata
y tus diestras manos ardientes se pierden por mi espalda.
Funde tu boca la mía,
penetra tu perfume hasta mi alma,
abriendo los poros de mi piel que se vacían en lluvia salada.
Mi lengua recorre tu piel buscando la fuente sagrada,
enredándome entre tus piernas
me entrego al sabor de sus aguas,
Bebo cada gota del néctar y me alimento con las palabras,
que exhala tu voz en grito
mientras me hundo en tus entrañas.
Busco el calor de tus labios,
tus dedos esculpen mi espalda,
tu piel se funde en mi piel llenando de aromas la estancia,
aromas mezclados,
con el color de las trémulas llamas,
que van dorando tu piel en la que se ciega mi mirada,
porque no necesito mis ojos
me guía tu pasión desatada.
Y te yergues sobre mi vientre
y mi cuerpo se mueve al ritmo que tu le marcas,
tus caderas se aceleran
tus manos en mis muslos se clavan.
¡¡Aguas ardientes que queman!!
hondos gemidos que inundan mi alma,
ritmos que se aceleran,
dedos que se entrelazan,
sexos que vacían,
gemidos, caricias, palabras,
que se adueñan de nuestros cuerpos
con las primeras luces del alba.