Aficionada a los conciertos de la tarde
cuando el ocaso camina rumbo a su soledad,
descubro en las entrañas de la vida
un enjambre angelical de nubes,
que esparcidas sin miedos ni orgullo banal
observan distantes mis pasos sin parar.
Aquellos días que esculpieron profundas
campanadas en el reloj de la existencia,
hoy flotan en el universo perdidos tras
el vendaval del olvido en un fantasmal
camino donde ya no duele despertar.
En esta era con mente paranoica,
sobrevive aun la luna
que se cuela en las ventanas de la noche
a coquetear con las sábanas
que, yertas como estatuas
huelen y saben a final.
No puedo desandar las veredas
que fueron traicionadas por el
amargo sabor de la despedida,
solo puedo caminar delante
en busca de ese nuevo día que levante
o baje a cada humano como carrusel
que gira sin detenerse
que gira sin piedad.
Blanca N. García González
(TARDE GRIS)