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La Importancia de hablarles de Dios a sus hijos

¿Como hablarles de Dios a niños de seis a diez años?.
En esta etapa los chicos empiezan a pensar lógicamente y a hacerse preguntas sobre la divinidad: Causa Dios la muerte?, Sabe todo lo que hago?... Cuando se intenta dar respuesta a estas preguntas, "hay que enseñar al niño a confiar en Dios y a recurrir a él en caso de necesidad".
Este fue el propósito de Lorena Ferguson, ex directora de la Escuela Dominical de la Iglesia Bautista de Sacramento, CA cuando ayudó a su hijo de seis años, Albert, a superar la ansiedad que le producía entrar en la escuela primaria. Al terminar el tercer día de clases, Lorena fue a recogerlo a la escuela y, en el camino a casa, el niño le dijo: -Me sentía solo y tenía miedo. -Pero no estabas solo -repuso ella -Dios estaba contigo.
No hablaste con él?. El niño no lo había hecho, pero esa noche habló con su padre, quien le aconsejó que diera sus temores a Dios para que él los tirara en un bote de basura. Para el niño, estas dos charlas fueron decisivas: pareció comprender que el hecho de dirigir su pensamiento a Dios, sin mediación de nadie más, le ayudaba a superar sus temores. Al día siguiente le contó a su madre que había seguido el consejo de su padre en la escuela: -Le dí mis temores a Dios para que los tirara.
Otra forma de estimular a los niños de esta edad para que entablen una relación personal con Dios consiste en leerles pasajes de la Biblia. Los chicos pueden aplicar los principios de los relatos bíblicos a su propia vida, sobre todo si se les invita a hacer comentarios y preguntas sobre ellos.
Escoja aquellos pasajes que comuniquen la idea de que Dios está siempre con nosotros, de que no nos abandona en ninguna búsqueda ni en ninguna lucha. Ejemplo de esto es la historia de Jonás y la ballena. Se puede hablar con un niño de entre seis y diez años sobre su relación con Dios llevándolo al templo cuando no hay nadie. Los vitrales, el púlpito y el altar infunden una sensación de respeto y santidad que propicia la conversación.
Durante la Preadolecencia.
Al dejar atrás la infancia, los muchachos sufren cambios radicales, no solamente en su organismo, sino en su modo de pensar, y emprenden la búsqueda de más independencia. Por consiguiente, las charlas sobre Dios deben estar encaminadas a ayudarlos a forjarse su propia idea de la divinidad. Una vez que empiecen a comprender los símbolos religiosos, como la cruz, hay que hacerles ver su verdadero significado y profundidad.
Cuando los preadolescentes empiezan a entender a Dios, también llegan a verlo como la fuente del orden universal. Más aún, desean comprender su relación no sólo con lo bueno, sino con el sufrimiento y la injusticia que ven a su alrededor. Si un muchacho de esta edad le pide una explicación de lo anterior, puede usted responderle que "Dios no envía tragedias; nos da la fuerza que necesitamos para superarlas e inclina a otras personas a ayudarnos". Sea cual sea su explicación, esté seguro de que el chico lo observará para saber si usted cree realmente en lo que dice. Así pues, no olvide hablar de sí mismo y de sus luchas interiores con la fe. Se trata de revelar cuáles son sus verdaderos sentimientos en torno a la divinidad, sin hipocresía.
En la Adolescencia.
A esta edad los muchachos suelen poner en tela de juicio lo que siempre se les ha dicho sobre Dios, y a veces se rebelan contra las enseñanzas religiosas que se les han inculcado. Cuando esto ocurre, los padres deben evitar los sermones y tener presente que "cuestionar y rebelarse son cosas saludables y no tienen nada de malo". Tal vez haya que negociar con el chico y hacer algunas concesiones para que no se interrumpa la comunicación.
Tomemos por ejemplo el caso de una mujer judía que se quedó horrorizada cuando su hijo adolescente se inscribió en un curso de yoga y meditación zen, e incluso se negó a seguir asistiendo al colegio hebreo. Su madre le propuso un trato: llevarlo en coche a sus clases de yoga y meditación, que se impartían al otro lado de la ciudad, siempre y cuando él fuera a ver al rabino una vez a la semana para hablar de Dios. El acuerdo dio resultado.
Los trayectos a las clases resultaron ser ocasiones perfectas para que madre e hijo conversaran sobre religión, y el muchacho quedó tan impresionado por el amor a Dios del rabino, que dejó de rebelarse contra la fe judía. Al hablar de Dios con un adolescente, tenga en cuenta las dificultades que el chico está atravesando. Si se siente torpe, poco valioso e inseguro, se le puede recordar que todo ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios y tiene para él un valor infinito. En otras palabras, que Dios quiere tanto a la muchacha regordeta como a la reina de belleza.
Si el adolescente es presionado por sus compañeros para que consuma drogas o bebidas alcohólicas, tenga relaciones sexuales prematrimoniales o tome otras decisiones potencialmente destructivas, también se le puede hablar de Dios con criterio absoluto y hacerle incapie que las normas de Dios sobre lo que es bueno y lo que es malo son tan inmutables como la ley de la gravedad.
Conversar sobre estas normas puede infundir al chico confianza en sí mismo, de manera que pueda resistir las presiones y tomar las decisiones morales correctas. Hablar de Dios es como enseñar a los chicos a montar en bicicleta, dice el profesor de teología Lawrence Cunningham. "Primero recurrimos a las rueditas auxiliares que se ponen a los lados de la rueda trasera.
Luego sostenemos al niño en la bicicleta mientras él comienza a pedalear, y finalmente hay que soltarlo"... Lo más que podemos hacer es comenzar cuanto antes, inculcar lo que creemos, predicar con el ejemplo y confiar en la necesidad del niño de conocer y comprender a Dios. Al final habremos dado a nuestros hijos una brújula moral y espiritual que seguirá guiándolos toda su vida.
Christ_Velan
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