A Esther
En tu latir yo quisiera
siempre estar y en él vivir;
no acierto yo a concebir
que vivir sin ti pudiera.
Eres lo que mi alma espera
mi luz, mi faro, mi guía,
mi ilusión y mi alegría,
eres mi meta y mi puerto,
oasis de mi desierto
y la lluvia en mi sequía.
Eres, bellísima Esther,
espejo y luz de mis ojos,
escucharme sin enojos,
es tu forma de querer.
Que yo pueda merecer
tu favor ¡gacela mía!
es revivir la utopía
que revive el pescador,
que ha sufrido con horror
la ira de la mar bravía.
Si tu, Esthercita, me esperas
no he de hacerte yo esperar,
que demorarse en amar
es como estar en galeras.
Se encenderán dos hogueras
y habrá en el mar resplandor,
fuego, luz, pasión y ardor,
sueños, ilusión y excesos,
deseo, caricias y besos
y habrá sobre todo amor.
Madrigal