
Transcurren horas cálidas en tu reloj de arena
de avisos de alacranes de picaduras frías,
como serpientes rojas, como alud que resuena
en los trapecios quietos acrobacias vacías.
Pasan lentas las calles por tu miedo en cadena,
como gafas de lejos que presienten jaurías,
apagones y sustos, enjambres sin colmena,
luz, acosos y ocasos, trenes de mercancías.
Tu mirada es igual, vagues por donde vagues,
tu mirada es la misma porque buscas lo mismo
que antes de enamorarte. Y pagues lo que pagues,
no olvides tu mirada, ni en tu mayor abismo
se cobrará tu vida. Divagues o te embriagues,
no la olvides, pues ella no es un espejismo.