¡Pobre corazón!
Tantas actitudes frías
casi te hacen de piedra,
al menos eso creía.
Sin embargo
te mantuviste de arcilla
y cuando ya no tenia motivos
sacudías mi pecho para despertarme...
Entre tanto ruido
me llevabas a la orilla de este mar,
donde podía soltarte
y como ave presa te quedabas
atónito y maravillado...
Extendías tus alas al cielo azul
para zambullirte en lo profundo...
Allí... donde el silencio se hace canto,
allí... donde hacen nido los pesares...
Y reposaste...
El respiro refrescó,
cada célula rejuveneció un momento.
En ese permiso mágico
donde nadie te ve...
donde todo se puede...
donde descubres sin querer
que aún estás vivo
te atreves a soñar de nuevo...